viernes, 2 de junio de 2017

Página tercera del penúltimo viaje



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Llegué Hasta la zona de los troncos. Al llegar, sentí tanta tristeza. Yo buscaba el molino, ese molino que estaba derrumbado por las bombas del pasado, pero que se quedaron sus hermosas canterías unas, abrazadas entre sí, otras, de pie desafiando el horror de la guerra.
Entre ruinas se quedó un mosaico de canterías puestas caprichosamente pero, cada trozo de piedra te  contaba una vida de los que tanto sufrieron en esos años, años duros.
Cerca del los apartamentos, me dirijo al conserje del recepción. Un chico amable y educado. Le comente el motivo del mí presencia y me comentó que había algunos apartamentos libre. Cosa que me causo alegría pero en el fondo, sentía un no sé qué, que no me dejaba asimilar.
El conserje me llevo a uno de los pisos libres. Este daba a la Plaza Mayor, desde allí se veía la Iglesia y el Ayuntamiento. Acepté, y después de los trámites correspondientes, ya estaba en el mundo mágico que me imaginaba.
El bloque de apartamentos era grande y los pisos eran nuevos. Se componían de habitación, baño, cocina, y una sala, lo mejor un balcón que daba a la Plaza  Mayor y desde allí se veía la iglesia de Nuestra señora del Buen Varón. La bella Iglesia de Hoyos. Posée un espléndido Retablo Mayor, Barroco. Se le atribuye a los Churriguera.
En  la Plaza se encuentra además de la iglesia, el Ayuntamiento, y la calle que baja hacia la izquierda, desembocan en la barriada del  Escobar. Una de las barriadas más alejadas del núcleo urbano.
En esa iglesia tomamos la Confirmación mí hermana María y yo.
Recuerdo, la iglesia llena de personal, con la llegada del Señor Obispo. Días de mucho movimiento en el pueblo, pues no todos los días llega el Señor Obispo al pueblo. Estuvimos un tiempo yendo a la catequesis, hasta que llegó el gran día para los niños. En la zona de los apartamentos, las zonas comunes eran grades y espaciosas. Los jardines con árboles viejos, unos frutales y otros ornamentales. Una fuente en medio del jardín y los correspondientes bancos, esto separados entre sí, pero suficientes, para las personas mayores que siempre buscamos donde sentarnos.
Hoy he decidido ir al cementerio. Después de tantos años todavía recuerdo donde se encuentra mi hermano. El único hijo Varón que tuvieron mis padres. Baje del apartamento ya en la calle me dirigí  a la izquierda, la zona del Escobar. Después de pasar el regato en esa zona, a la izquierda, se encuentra un camino. Este con las ondulaciones de  la tierra.
Subidas y bajadas, llenas de hierba y maleza. No sé porque se empeñan los vivos en enterrar a sus gentes lejos de la ciudad, si son los únicos vecinos que no riñen, no molestas, no dan nada, pero tampoco piden, solo quieren, la paz.
Entrando en el Campo Santo, me dirijo a la tumba de mi hermano Jesús. Allí, se encontraba la lápida en la que papá derramó sus primeras lágrimas. Para él fueron los días más tristes y más dolorosos en esas tierras. Fue su único hijo varón y cada vez que iba, se abrazaba a la lápida y su tristeza la reflejaba en su rostro. Papá le encargó una lapida de granito color granate. Estaba en el suelo entrando en el pasillo principal, casi al final a la izquierda. Allí dejo Papá una de su mayor ilusió vida, tener un hijo varón.
                                                     Historias de cornejo 
                                                                                       2-6-2017   Joaqui.


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