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Llegué Hasta la zona de los troncos. Al llegar,
sentí tanta tristeza. Yo buscaba el molino, ese molino que estaba derrumbado
por las bombas del pasado, pero que se quedaron sus hermosas canterías unas,
abrazadas entre sí, otras, de pie desafiando el horror de la guerra.
Entre ruinas se quedó un mosaico de canterías
puestas caprichosamente pero, cada trozo de piedra te contaba una vida de los que tanto sufrieron
en esos años, años duros.
Cerca del los apartamentos, me dirijo al conserje
del recepción. Un chico amable y educado. Le comente el motivo del mí presencia
y me comentó que había algunos apartamentos libre. Cosa que me causo alegría
pero en el fondo, sentía un no sé qué, que no me dejaba asimilar.
El conserje me llevo a uno de los pisos libres.
Este daba a la Plaza Mayor, desde allí se veía la Iglesia y el Ayuntamiento.
Acepté, y después de los trámites correspondientes, ya estaba en el mundo
mágico que me imaginaba.
El bloque de apartamentos era grande y los pisos
eran nuevos. Se componían de habitación, baño, cocina, y una sala, lo mejor un
balcón que daba a la Plaza Mayor y desde
allí se veía la iglesia de Nuestra señora del Buen Varón. La bella Iglesia de
Hoyos. Posée un espléndido Retablo Mayor, Barroco. Se le atribuye a los
Churriguera.
En la Plaza
se encuentra además de la iglesia, el Ayuntamiento, y la calle que baja hacia
la izquierda, desembocan en la barriada del
Escobar. Una de las barriadas más alejadas del núcleo urbano.
En esa iglesia tomamos la Confirmación mí hermana María
y yo.
Recuerdo, la iglesia llena de personal, con la
llegada del Señor Obispo. Días de mucho movimiento en el pueblo, pues no todos
los días llega el Señor Obispo al pueblo. Estuvimos un tiempo yendo a la
catequesis, hasta que llegó el gran día para los niños. En la zona de los
apartamentos, las zonas comunes eran grades y espaciosas. Los jardines con
árboles viejos, unos frutales y otros ornamentales. Una fuente en medio del
jardín y los correspondientes bancos, esto separados entre sí, pero
suficientes, para las personas mayores que siempre buscamos donde sentarnos.
Hoy he decidido ir al cementerio. Después de tantos
años todavía recuerdo donde se encuentra mi hermano. El único hijo Varón que
tuvieron mis padres. Baje del apartamento ya en la calle me dirigí a la izquierda, la zona del Escobar. Después
de pasar el regato en esa zona, a la izquierda, se encuentra un camino. Este
con las ondulaciones de la tierra.
Subidas y bajadas, llenas de hierba y maleza. No sé
porque se empeñan los vivos en enterrar a sus gentes lejos de la ciudad, si son
los únicos vecinos que no riñen, no molestas, no dan nada, pero tampoco piden,
solo quieren, la paz.
Entrando en el Campo Santo, me dirijo a la tumba de
mi hermano Jesús. Allí, se encontraba la lápida en la que papá derramó sus
primeras lágrimas. Para él fueron los días más tristes y más dolorosos en esas
tierras. Fue su único hijo varón y cada vez que iba, se abrazaba a la lápida y
su tristeza la reflejaba en su rostro. Papá le encargó una lapida de granito color
granate. Estaba en el suelo entrando en el pasillo principal, casi al final a
la izquierda. Allí dejo Papá una de su mayor ilusió vida, tener un hijo varón.
Historias de cornejo
2-6-2017 Joaqui.
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