jueves, 18 de agosto de 2016

Los sueños





Los sueños
Gran confusión con la realidad, hoy ha sido uno de ellos.
Hace cuarenta y tres años que cambié de domicilio y de piso.
Allí nacieron mis dos primeros hijos. Era un piso pequeño, tenía dos dormitorios, comedor, cocina, y cuarto de baño, y un balcón, todo exterior.
Las habitaciones pequeñas. Cuarenta  y pocos metros, daban para poco. En él vinieron los primeros hijos, la lavadora, la televisión. En ella vimos la llegada a la luna. – Mi suegro, siempre dijo- que eso era imposible.
En verano, por las tardes hacia tanto calor que no se podía respirar. Los medios de hoy, ni los había, ni se podía pagar. Así, a pasar calor.
Yo cogía a mis hijos y me marchaba para casa de mi madre.-Qué vivía cerca-. La casa era una planta baja, con un patio que era la gloria del verano. Allí, no es que fuese una nevera, pero al ser más grade te podías mover y refrescarte en el patio.
El patio de la casa de mis padres era la zona que más se utilizaba en verano.

El piso donde yo vivía  estaba en la tercera planta, su mayor defecto eran las escaleras. Subir a los niños en brazo, el coche la compra, en fin, tenía un montón de inconveniente.
Para esos menesteres, había que tirar de los vecinos, y algunos eran muy mayores y, no se podía contar con ellos.
Decidimos dejar el carricoche en el hueco de la escalera, abajo en el portal.
Fue un alivio. Nos tiramos una corta temporada, pues… Al bajar una tarde, el coche se encontraba sin las rudas, sí, sin las ruedas. Haber que hacíamos ahora.
La tienda no tenía repuestos, y la única solución era las chatarrerías, ¡qué, estas, tampoco estaban sobradas! Nos costó tiempo encontrar cuatro ruedas, y las que encontramos, nada que ver con las anteriores.
Eso, ¡oh! otro coche nuevo, y, ¡buena estaba la economía, para esos asuntos!
Mi sueño de esta noche, ha sido que en dicho piso, ha aparecido una familia de papá, “el tío” Valentín, y la “tía” Donata, con sus respectiva hijas. Un primo de mi padre, pero que yo recuerde, ellos, jamás han estado en dicha casa. Pero allí se encontraron tomando café y recordando las meriendas que nos daban, cuando de niñas íbamos al cortijo donde ellos vivían. Recordar esa merienda que la “tía” Donata nos daba, siempre lo mismo, -rebanadas de pan con miel- unas rebanadas grandes y hermosas, y corridas de ese manjar. El “tío” Valentín vivía en un caserío que estaba en Cáceres El Viejo. Allí en ese campo vivieron hasta que los hijos fueron mayores, y cuando los hijos se fueron casando, ellos ya mayores se fueron a vivir en la calle Berro cala.
Y de esto hace más de sesenta años.
Por mucho que quiero enlazar el sueño con la realidad, no encuentro ninguna razón.
Pero los sueños son caprichosos y aparecen cuando se les antoja.
                          11-8-2016   Joaqui.

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