jueves, 25 de agosto de 2016

El encuentro

El encuentro
Horas llevo esperando su llegada. Su silueta se visó en Oriente. Llega a paso lento, sin prisa, nadie le manda, todos la esperan, lo sabe, por ello se recrea en su poder. Su figura se acerca borrosa pero inconfundible.  Salí a buscarla ¡La vi tan lejos! Me senté en un banco de la plaza. Pasó el señor Vicente, Patricio “el burro” rebuznó al pasar, le di los buenos días, me miró y siguió caminando.
“Tío” Vicente se paró a beber un poco de agua, el agua a esas horas está fresca.
¿Cómo estamos, Manuel? ¿Ya estas esperando? Sí. Cuando llegue le saludas de mi parte. Lo haré, “Tío” Vicente, todas las mañanas nos encontramos en el mismo lugar.
 “tío” Vicente cuando era joven, su huerto daba para comer medio pueblo; pero ahora las alforjas le vienen grandes.
Él dice que la tierra se ha cansado de servirle, y no se da cuenta que los años le van ganando terreno.
Vi escondido en la esquina a Sebastián, cuando desapareció Patricio, Vino corriendo a mi lado. Lo acaricie y le puse en la boca un trozo de pan que guarde del desayuno.
Apareció Lola, mi compañera de todos los días, Con ella la alegría casi, completa. ¿Nos vamos? ¿No? espera que llegue.
Luego nos iremos a la colina blanca, el camino es largo y estrecho. Cuando llegue nos iluminará y andaremos mejor.
                    15-09-2014,      Joaquina.

sábado, 20 de agosto de 2016

El teatro



El teatro
Tengo algunas ideas sobre la forma de explicar las tareas diarias de ir a depositar los desechos de los alimentos de nuestro cuerpo.
Tareas que por otra parte junto con la alimentación, son primordiales para la salud de los seres vivos.
Pero tenemos verdadero miedo en decir dónde vamos, siempre ocultando lo que se hace en ese cuarto tan maravilloso y que tantos alivios nos aporta.
Yo lo podría representar como un teatro. Butacas, palcos y gallinero.
Cuando los alimentos entran en la boca, empieza la función.
       El portero mira la entrada, la corta y se va colocando el personal cada uno en su sitio.
Con ellos, ya están en el teatro y empiezan a recorrer las estancias de este.
Con ello las estancias se van llenando desde la puerta de entrada hasta la salida. Pero, para llegar a la salida se tiene que ver primero la función.
Mientras que se representa el tiempo no cuenta, porque no se aburren, todos contentos. Lo malo es si la música está muy alta.
A veces,  se oye en los edificios colindantes y aunque molesten no se puede hacer nada para la insonorización.
La función empieza en la boca, no importa los alimentos que se tomen, quizás los ricos coman Caviar con chuletas y los menos pudientes, huevas de sardinas con sopa de tomates (¡pero, qué buenas están!), no importa, el proceso teatral es el mismo.
 Empieza en  la boca con las piezas dentarias y con ayuda de la lengua el bolo llega al estómago después de haber bajado el hermoso tobogán.
En el estomago se centrifugan los bolos hasta hacerlos papilla. Pasando estos al duodeno. Allí se encuentra la “Tía” Lina que los obsequia con su postre favorito.
Pasando después al intestino delgado. Este en delicado y no le gustan las aglomeración, cerrando unos esfínteres y abriendo otros. Todo esto con sumo cuidado hasta llegar al intestino grueso. Este tiene más espacio y acoge a más  personas, así hasta llegar al recto.
Allí se amontona el personal, esperando que Pepe -el portero- abra la puerta para salir después del largo recorrido, llegue el final de la función.
Pepe tiene sus horas de trabajo, llegando esta abre la puerta. La salida es libre, algunos salen contentos y cantan a voz en cuello.
Los primeros en salir son los del patio de butaca, ellos están cerca de la puerta. Palco también sale pronto. Entre alguna canción, y saliendo al exterior ya no disimulan su alegría y su canto es sonoro y en ocasiones alto. Pero ellos ya han conseguido su objetivo.
Pepe tiene sus horas de trabajo y si los del gallinero no han bajado cierra la puerta y se marcha. Él no tiene paciencia para esperar a los de arriba. Dice que hace frío, se pone el abrigo cierra la puerta y se marcha.
Las personas que se han quedado encerrados se enfadan unos con otros y se pelean entre sí, llegando a las manos. Los gritos y puñetazos suenan en las paredes del edificio, los vecinos más cercanos los oyen, sin poder hacer nada por ellos. Cuando llega la noche duermen, pero algunos no aceptan el encierro y están molestando toda la noche.
Con el nuevo día Pepe cumple su misión abriendo la puerta. Ahí, es cuando los viandantes ven la luz. Su salida es rápida. Ya en la calle se desahogan con sus gritos. No les importan las voces, ellos a lo suyo.
                                                 20-8-2016   Joaqui.

viernes, 19 de agosto de 2016

la escuela



La escuela
La escuela que recuerdo de los años cincuenta, cincuenta y cinco.
En esos años los profesores nos enseñaban cantando, oh! a palos.
Cantando nos enseñaros, las matemáticas, geografía, en fin, allí nos pasábamos cantando la mayor parte del tiempo.
De lengua, recuerdo poco. Si recuerdo los buenos compañeros y las horas del recreo, esas eran largas. Un gran patio que disfrutamos años tras año.
La hora de decir la lección era penosa. Una compañera nos enseño, a que nos aprendiésemos la pregunta que nos pertenecía, según el número que teníamos en la fila. ¡Qué torpes! Esto funcionaba siempre que no faltase ninguna, y así, los palos se multiplicaban.
Dª Julia – la maestra- lo primero que ponía en la mesa era la regla, -que era con lo que nos pegaba- Todas en fila cada una contestaba una pregunta.
En la fila siempre éramos las mismas, todas estábamos pendiente de que nadie fallase, porque a la siguiente nos tocaba de responder, la que había fallado, y la nuestra.
-Vamos a ves, Juanita- ¿Qué rio de España pasa por Extremadura? – Juanita, no sé, yo no lo conozco-
Pon la mano. Juanita recibió su ración, pero eso no le dolía sus ojos se clavaron en el resto de la fila.
Unas lloraban por la suerte que nos esperaba.
Paula, se miraba su mano y después miraba a Juanita. Sus ojos se cerraban y abrían pensando en lo que nos esperaba.
De ahí, aprendimos que el libro había que estudiarlo más.
Al salir al recreo- comentaba Juanita- yo no he visto en Cáceres ningún río como el que dice Dª Julia, solo conozco ese que baña la Rivera del Marco y de nombre, Ríos Verde, que tampoco he visto sus aguas.
Así pasamos entre risas y mirando de vez en cuando, las manos dolorida por los golpes.
 Lo que mejor se nos daba eran los trabajos manuales. Una de las hijas de la maestra. Era una artista en estos menesteres, y por supuestos ella no tenía vara. Con mucha paciencia, hicimos trabajos dignos de exposición. También nos llevó a casa de una profesora para dar clase de canto. Y nos llevó al un concurso al Gran teatro. ¡Que por cierto ganamos uno de los premios!
Todo no iba a ser malos. Si en el reto de las asignaturas nos hubieran puesto profesoras y nos hubieran tratado con más cariño y sin miedo…
Fue los que nos tocó vivir, con esos recuerdos pasamos media vida perdiendo el tiempo, hasta llegar a mayor.
                    19-8-2016   Joaqui.

La escuela


La escuela
La escuela que recuerdo de los años cincuenta, cincuenta y cinco.
En esos años los profesores nos enseñaban cantando, oh! a palos.
Cantando nos enseñaros, las matemáticas, geografía, en fin, allí nos pasábamos cantando la mayor parte del tiempo.
De lengua, recuerdo poco. Si recuerdo los buenos compañeros y las horas del recreo, esas eran largas. Un gran patio que disfrutamos años tras año.
La hora de decir la lección era penosa. Una compañera nos enseño, a que nos aprendiésemos la pregunta que nos pertenecía, según el número que teníamos en la fila. ¡Qué torpes! Esto funcionaba siempre que no faltase ninguna, y así, los palos se multiplicaban.
Dª Julia – la maestra- lo primero que ponía en la mesa era la regla, -que era con lo que nos pegaba- Todas en fila cada una contestaba una pregunta.
En la fila siempre éramos las mismas, todas estábamos pendiente de que nadie fallase, porque a la siguiente nos tocaba de responder, la que había fallado, y la nuestra.
-Vamos a ves, Juanita- ¿Qué río de España pasa por Extremadura? – Juanita, no sé, yo no lo conozco-
Pon la mano. Juanita recibió su ración, pero eso no le dolía sus ojos se clavaron en el resto de la fila.
Unas lloraban por la suerte que nos esperaba.
Paula, se miraba su mano y después miraba a Juanita. Sus ojos se cerraban y abrían pensando en lo que nos esperaba.
De ahí, aprendimos que el libro había que estudiarlo más.
Al salir al recreo- comentaba Juanita- yo no he visto en Cáceres ningún río como el que dice Dª Julia, solo conozco ese que baña la Rivera del Marco y de nombre, Ríos Verde, que tampoco he visto sus aguas.
Así pasamos entre risas y mirando de vez en cuando, las manos dolorida por los golpes.
 Lo que mejor se nos daba eran los trabajos manuales. Una de las hijas de la maestra. Era una artista en estos menesteres, y por supuestos ella no tenía vara. Con mucha paciencia, hicimos trabajos dignos de exposición. También nos llevó a casa de una profesora para dar clase de canto. Y nos llevó al un concurso al Gran teatro. ¡Que por cierto ganamos uno de los premios!
Todo no iba a ser malos. Si en el reto de las asignaturas nos hubieran puesto profesoras y nos hubieran tratado con más cariño y sin miedo…
Fue los que nos tocó vivir, con esos recuerdos pasamos media vida perdiendo el tiempo, hasta llegar a mayor.
                    19-8-2016   Joaqui.

jueves, 18 de agosto de 2016

Los sueños





Los sueños
Gran confusión con la realidad, hoy ha sido uno de ellos.
Hace cuarenta y tres años que cambié de domicilio y de piso.
Allí nacieron mis dos primeros hijos. Era un piso pequeño, tenía dos dormitorios, comedor, cocina, y cuarto de baño, y un balcón, todo exterior.
Las habitaciones pequeñas. Cuarenta  y pocos metros, daban para poco. En él vinieron los primeros hijos, la lavadora, la televisión. En ella vimos la llegada a la luna. – Mi suegro, siempre dijo- que eso era imposible.
En verano, por las tardes hacia tanto calor que no se podía respirar. Los medios de hoy, ni los había, ni se podía pagar. Así, a pasar calor.
Yo cogía a mis hijos y me marchaba para casa de mi madre.-Qué vivía cerca-. La casa era una planta baja, con un patio que era la gloria del verano. Allí, no es que fuese una nevera, pero al ser más grade te podías mover y refrescarte en el patio.
El patio de la casa de mis padres era la zona que más se utilizaba en verano.

El piso donde yo vivía  estaba en la tercera planta, su mayor defecto eran las escaleras. Subir a los niños en brazo, el coche la compra, en fin, tenía un montón de inconveniente.
Para esos menesteres, había que tirar de los vecinos, y algunos eran muy mayores y, no se podía contar con ellos.
Decidimos dejar el carricoche en el hueco de la escalera, abajo en el portal.
Fue un alivio. Nos tiramos una corta temporada, pues… Al bajar una tarde, el coche se encontraba sin las rudas, sí, sin las ruedas. Haber que hacíamos ahora.
La tienda no tenía repuestos, y la única solución era las chatarrerías, ¡qué, estas, tampoco estaban sobradas! Nos costó tiempo encontrar cuatro ruedas, y las que encontramos, nada que ver con las anteriores.
Eso, ¡oh! otro coche nuevo, y, ¡buena estaba la economía, para esos asuntos!
Mi sueño de esta noche, ha sido que en dicho piso, ha aparecido una familia de papá, “el tío” Valentín, y la “tía” Donata, con sus respectiva hijas. Un primo de mi padre, pero que yo recuerde, ellos, jamás han estado en dicha casa. Pero allí se encontraron tomando café y recordando las meriendas que nos daban, cuando de niñas íbamos al cortijo donde ellos vivían. Recordar esa merienda que la “tía” Donata nos daba, siempre lo mismo, -rebanadas de pan con miel- unas rebanadas grandes y hermosas, y corridas de ese manjar. El “tío” Valentín vivía en un caserío que estaba en Cáceres El Viejo. Allí en ese campo vivieron hasta que los hijos fueron mayores, y cuando los hijos se fueron casando, ellos ya mayores se fueron a vivir en la calle Berro cala.
Y de esto hace más de sesenta años.
Por mucho que quiero enlazar el sueño con la realidad, no encuentro ninguna razón.
Pero los sueños son caprichosos y aparecen cuando se les antoja.
                          11-8-2016   Joaqui.