lunes, 11 de julio de 2016

El colchón

Recordando viejas historias

El colchón
Hace unos días, fui a tomar café a casa de mi hermana Josefa, Fermín , marido de Josefa, subió del sótano, y dijo, Joaquí, tengo un colchón abajo en el sótano, de eso antiguos de lana, era de mi madre, pero ahora no los quiere nadie, mira a ver si lo quieres.
Me lo llevé a casa, y un buen día, me comentaron que dentro entre la lana, había algo raro. La curiosidad no me dejaba, y empecé a tantear y no encontré nada raro, ¡Pensé! Me han tomado el pelo. Pero no se me iba de la cabeza, estaba obsesionada con él.
Así un día tras otro, no dejaba de incordiar.
Un buen día decidí abrirlo, y salir de esta pesadilla, espere a estar sola, cuando la familia se fue empecé la faena. Abrí el colchón y allí no encontré nada.
Estaban a punto de venir la familia y haber como le contaba, que hacía con el colchón abierto y buscando un no sé qué. Lo coloqué como pude y terminé la comida. Satisfecho el estómago de los míos, terminé la cocina.
Era la hora del paseo. Las vecinas de la Barriada del Perú, nos damos una vuelta por la zona de la Sierrilla.
Zona tranquila y sobre todo a pleno campo. Era saludable y con ello además del ejercicio, los vecinos tenemos el contacto para conocernos mejor, -Después de cuarenta años todavía seguimos siendo amigos y seguimos paseando, ahora en el Parque del Príncipe-.
El paseo no me lucio, mi mente solo estaba en el colchón, pero, un día ya entrando en la ciudad, las que iban las primeras las vemos en unos montones de piedras cogiendo algo, y discutían entre ellas, cuando llegamos a su altura, las vemos con flores en las manos, las flores eran de tela muy bonitas, y estaban en las cajas sin abrir. Todas querían más, y la discusión entre ellas duró poco, se conformaron con las que pudieron coger.
No me importó, ¡Pensaba! En el colchón habrá algo mejor.
Llegué a casa los niños estaban en la calle Vicente al trabajo.
Abrí el colchón y otra vez a la faena. Seguí buscando y por fin tantee algo, era algo raro sobre todo al  tacto.
Con mucho cuidado empecé a tirar y salió.
Era un trozo de tela de seda bien envuelto con trozos de esparadrapos, paquete pequeño empecé a abrirlo.
Mi sorpresa fue mayor al ver unos billetes de mil pesetas, no salía de mi asombro, tenía el número 26. Estaba bordado con hilo de seda verde.
Empecé a pensar, y dije, si este es el 26, ¿Cuántos habrá? Claro que esto era mucho suponer, seguí un rato más, y no encontré nada. La hora requería esconder dicho colchón.
                                                
                                                      9-10-2011, Joaquina Campón.

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