Recordando viejas historias
El colchón
Hace unos días, fui
a tomar café a casa de mi hermana Josefa, Fermín , marido de Josefa, subió del
sótano, y dijo, Joaquí, tengo un colchón abajo en el sótano, de eso
antiguos de lana, era de mi madre, pero ahora no los quiere nadie, mira a ver
si lo quieres.
Me lo llevé a casa,
y un buen día, me comentaron que dentro entre la lana, había algo raro. La
curiosidad no me dejaba, y empecé a tantear y no encontré nada raro, ¡Pensé! Me
han tomado el pelo. Pero no se me iba de la cabeza, estaba obsesionada con él.
Así un día tras
otro, no dejaba de incordiar.
Un buen día
decidí abrirlo, y salir de esta pesadilla, espere a estar sola, cuando la
familia se fue empecé la faena. Abrí el colchón y allí no encontré nada.
Estaban a punto de
venir la familia y haber como le contaba, que hacía con el colchón abierto y
buscando un no sé qué. Lo coloqué como pude y terminé la comida. Satisfecho el
estómago de los míos, terminé la cocina.
Era la hora del
paseo. Las vecinas de la Barriada del Perú, nos damos una vuelta por la zona de
la Sierrilla.
Zona tranquila y
sobre todo a pleno campo. Era saludable y con ello además del ejercicio, los
vecinos tenemos el contacto para conocernos mejor, -Después de cuarenta años
todavía seguimos siendo amigos y seguimos paseando, ahora en el Parque del
Príncipe-.
El paseo no me
lucio, mi mente solo estaba en el colchón, pero, un día ya entrando en la
ciudad, las que iban las primeras las vemos en unos montones de piedras
cogiendo algo, y discutían entre ellas, cuando llegamos a su altura, las vemos
con flores en las manos, las flores eran de tela muy bonitas, y estaban en las
cajas sin abrir. Todas querían más, y la discusión entre ellas duró poco,
se conformaron con las que pudieron coger.
No me importó,
¡Pensaba! En el colchón habrá algo mejor.
Llegué a casa los
niños estaban en la calle Vicente al trabajo.
Abrí el colchón y
otra vez a la faena. Seguí buscando y por fin tantee algo, era algo raro sobre
todo al tacto.
Con mucho cuidado
empecé a tirar y salió.
Era un trozo de tela
de seda bien envuelto con trozos de esparadrapos, paquete pequeño empecé a
abrirlo.
Mi sorpresa fue
mayor al ver unos billetes de mil pesetas, no salía de mi asombro, tenía el
número 26. Estaba bordado con hilo de seda verde.
Empecé a pensar, y
dije, si este es el 26, ¿Cuántos habrá? Claro que esto era mucho suponer, seguí
un rato más, y no encontré nada. La hora requería esconder dicho colchón.
9-10-2011, Joaquina Campón.
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