Esa noche el señor
Fabio estaba de mal humor. En la empresa le habían descontado parte del sueldo,
¡no por gusto! Él había faltado al trabajo una semana por enfermedad, y esos
días no se cobran. Siempre decía lo mismo, ¡encima de estar enfermo, no te
pagan! De comino a casa pasó por una pescadería y compró unas sardinas, compradas estas fue dando vueltas a la cabeza, ¡A quién le tocaran las cabezas!
Eso era un dilema cada vez que se compraban, pero los chicos lo tenían gravado
en la memoria.
Llegó la hora de
la cena los comensales esperando su sardina, ¡No había para más! Plato en mano llegó a la mesa y pregunta, ¿A
quién le tocan las cabezas? Prudencio levanto la mano y dijo, -a mí, son mías.
Todos con su
sardina en el plato y Prudencio con su ración de cabezas. Manolín el más
pequeño le dijo – ¿Pruden me das una? Pruden le miró pensando la respuesta y al rato le dice. -¡bueno pero no te empiques.
23-2-2018 Joaqui.
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