martes, 20 de marzo de 2018

El adios



Aquella tarde dije adiós al amor de mi niñez. El tren puso alas en sus ruedas la velocidad arrancó parte de mí alma. Quedé rota, roto por perder lo que con tanto sacrificio fui cuajando. Tú cuerpo y el mío se separaban y no aceptaba la situación.
Caminé perdida entre la arboleda de la estación vieja. Sentía la desesperación del adiós definitivo. Allí perdí la primavera que lucía mi cuerpo. Caminé, caminé al encuentro perdida en las sombras de la noche.
No sé qué buscaba, por mucho que mi cuerpo se mantenía en pie, ¡mi pensamiento estaba tan lejos!, tan lejos que ni las sombra se proyectaba en el suelo.
Subiendo por el callejón qué desemboca en la ermita del Humilladero,  allí, caí en la escalera rota esa que tantas veces nos cogió en sus regazos. Las que sintieron nuestros abrazos nuestros primeros besos nuestras primeras caricias, caricias inocente esas que nos hacían reír.
Todas esas risas hoy se han convertido en grades nubarrones que pulularan sobre nosotros.  
     
                                                         19-3-2018  Joaqui.

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