Entre chato y chato, - vasos de vino- iban degustando los aperitivos que
Juan sabía ofrecer. Boquerones en vinagre, callos con tomates, Morcillas
guisadas y algunas aceitunas sevillanas.
Una noche entró uno de los bebedores acostumbrado, pero ese día llevaba
una copa de más.
Juan (el tabernero) le invito a
tomar un vino he intento que se marchara pronto. Jacinto pidió le llenase otra
vez. Jaime (el policía) Le dijo, ¡Venga Jacinto, que te espera la familia! Jacinto le miró fijamente y le dijo. Tú te
callas, me iré a casa cuando termine de beber.
Al oírlo Braulio, (brigada del
ejército) dijo, ¿tú sabes quién soy yo?
Sí, un sinvergüenza igual que este, -refiriendo a Jacinto- Juan viendo
cómo iba enredándose el asunto salió del mostrador e invitó a Jacinto a
marcharse, con siguiéndolo.
Juan pidió disculpas a Jaime y a
Braulio, diciendo que no tuvieran en cuenta
las palabras de Jacinto, pues bebido, pierde el respeto a todo. Así lo
hicieron.
En esto se escucharon voces en la calle. Salió Juan a ver qué pasaba.
Viendo a Jacinto y a dos guardias civiles discutiendo con él. Jacinto les
decía. Vosotros siempre montados a caballo y los soldados andando. Los guardias
bajaron del caballo y se llevaron a Jacinto al cuartel de la guardia civil.
26-4-2017 Joaqui.
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