Esta mañana he paseado entre ellos. Nos
muestran sus hermosos cuerpo, orgullosos y corpulentos, como el mejor de los
árboles, adornando las entradas de la casa grande. Con su altivez, nos quieren
demostrar que es el mejor sitio del
mundo.
Allí no hay guerras, ni ansías de poder, envidia, !Ni, por supuesto!, dinero.
Porque este es la perdición de casi todos los males del mundo.
Todos duermen en el mejor de los sueños. El
viento mueve las ramas, ellas nos hablan. El árbol crece sin romper el suelo, ¡como
hacen otros! Él deja todas sus fuerzas abajo en la tierra. Allí abrazado a sus
raíces se encuentran los seres que han dejado este mundo de locos.
De cuando en cuando, cada uno trepa a lo más
alto de sus brazos. Ellos por medio del las hojas, nos observan. A veces, bajan
tristes. Desde lo más alto los nuestros nos van señalando el camino cada día,
por eso estamos constantemente nombrado a los que se fueron. Nuestras obras son
la prolongación de lo que ellos hicieron.
Trepan de noche y de día. Son nuestros
vigilantes.
El Ciprés crece, y creces y nos muestra las
obras de cada día.
Cumple su misión de transmitir a ellos, que
no los olvidamos y que no los olvidamos
que riéndolos cada día más.
Cuando vuelva allí, le daré un abrazo al
Ciprés con el fin de que le llegue a los míos.
Un abrazo para
mis padres y María.
21-4-2017 Joaqui.
No hay comentarios:
Publicar un comentario