domingo, 30 de abril de 2017

El cocido


 

Cáceres a quince de Julio de 1954.
Un día como tantos de ese mes que en nuestra tierra venimos soportando los calores estivales.
 Al empezar la mañana, se percibía  el calor asfixiante que había que arrastrar a lo largo del día. Pero no importaba, nuestra corta edad y nuestras ganas de vivir. El calor lo poníamos en segundo plano.
En aquellos años no nos dábamos cuenta de lo afortunada que éramos, mientras en la ciudad, medio Cáceres no tenía.     
Agua corriente en sus casa, nosotras nos permitíamos el lujo de tener una ducha en el patio.  
Ducha que utilizábamos a diario, y sin mirar el gasto.
Esa era nuestra gran ayuda para soportar mejor el calor.
  ¡Pero! Cuando llegaba la hora de la comida, Antonia –Mi madre, salía a llamarnos, siempre decía lo mismo, chicas,a comer.
Nos poníamos en la mesa, todas en silencio y llegaba Antonia y ponía el cocido. Ya saboreábamos el vendito manjar, Antonia los hacía como nadie. Repartía y empezábamos a comer. Cuchara viene, cuchara va, comíamos y disfrutamos, los venditos garbanzos.
Ahí, empezábamos el calvario de sudar. Los goterones bañaban nuestros cuerpos y eso que el bañador aún  estaba empapado. Pero no importaba, soplando y resoplando seguíamos a terminar los platos. Al final la sandía era un alivio.
 Por aquellos años había que esperar dos horas para volverse a mojarse.
¡Qué calor dios mío!
                               12-7-2016   Joaqui.

No hay comentarios:

Publicar un comentario