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Papá empezó a construir su propia casa
Las horas de trabajo se le multiplicaron,
pues de día y parte de la noche se le iban en el bar. Y se tenía que levantar
temprano para hacer la casa nueva. ¡Descansar! Pocas horas, papá se pasaba un
tiempo en la casa nueva y el resto en el bar.
Los tiempos no eran boyantes para contratar
a un operario y tuvo que trabajar solo. Las hijas –María y yo- le ayudamos lo
poco que podíamos, con siete y nueve años, poco podíamos hacer. Lo ayudábamos a hacer la masa, poner los
ladrillos en agua y dárselo en la mano para que papá no bajase del andamio, y
la masa, las esportilla le echábamos poca cantidad, nuestras fuerza no eran
muchas, así ayudamos en lo que podíamos.
Papá siguió construyendo una de las
ilusiones más grandes que le dio a mamá, ella fue muy afortunada. Disfrutó
muchos años de ella y supo conservarla.
Pero lo que es la vida, pasan los años y
nadie se acuerda de los sacrificios que ellos hicieron en esos años. Todo
olvidado por el resto de la familia. Ahora estamos deseando que se venda y
coger las cuatro perras que nos pueden dar.
En aquellos años, recién construida le salió un comprador y le ofrecieron un buen dinero. Pero, Papá
sabia la ilusión que tenía mi madre, y no acepto.
Estos y muchos sacrificios hacen los padres,
pero nunca se tienen en cuenta.
Tuvo que contratar a unos operarios para
poner las vigas, el resto lo hizo él. Cavar para hacer los cimientos, que fue
rellenando con piedras y cemento. Allí echó buena parte de sus ilusiones, María
y yo, le ayudamos a echar piedras alrededor de toda la cimentación.
Un día que estaba cavando
en medio de la calle para entrar los tubos de saneamiento, al cavar se encontró
con un profundo hueco de grandes dimensiones. Llamó a los demás vecinos
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