La verdad oculta
Camina silenciosa, el salón está apartado de la cocina, Jacinta se dirige a él, al llegar, llama a la puerta, detrás de esta le contesta una voz.
─ Pase, Jacinta.
─ Buena noche señorito, ¿Le traigo la cena?
─ Sí, haga el favor.
Al rato entra con una bandeja, llevando en ella, salmón asado, ensalada de hojas tiernas variadas, queso blanco y, de postre, carne de membrillo.
─ Déjela en cima de la mesa y, márchese para casa.
─ Hasta mañana señorito.
Camina por calles estrechas buscando la poca iluminación de las bombillas; que a duras penas, abarcaban las esquinas.
Al llegar a una pequeña plaza, y en ella se encuentra un pequeño jardín y en él, unas palmeras de gran altura. El viento movía las ramas y en las sombras del suelo reflejaban figuras andantes cabalgando y queriendo atrapar su cuerpo.
En mitad del camino vive su tía Herminia, a la que socorre con algo de comida que le ha mangado al amo.
Siempre la espera detrás de la ventana, como un pajarillo hambriento. Le entrega la bolsa y dice adiós a su prima.
Sigue su camino y al pasar por la puerta de la iglesia, hace una reverencia y se santigua pidiendo perdón por sus males.
Atraviesa la calle y ve un corrillo de chicos que cantan y escuchan música.
Al pasar a su lado, uno le para, ─ Alto, ¿dónde va Ud. A estas horas?
Asustada y temblorosa le dice, ─ Voy a mí casa, allí me espera la familia.
Pedro le pregunta, ─ ¿qué lleva en la cesta?
─ Llevo un trozo de pan duro, que ha sobrado esta mañana.
─ ¡Qué me está contando, pan duro, cuando pasa por sus manos el pan blando!
─ El blando se lo dejo al señorito.
─Vamos hacer una cosa, ─desde mañana la voy a esperar aquí, y le revisaré la cesta, ¡perooooo, qué no vuelva a encontrar pan duro!
Aligera el paso hasta llegar a su hogar, allí su hijo sale a su encuentro abrazando a su mamá. Juan, “su hijo” le pregunta,
— ¿Qué traes hoy mami?.
Jacinta siempre decía, —¡en aquella alacena no puede haber tanta comida y en la mía!!!
Buenas tardes amigos.
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