Espera, no estoy preparada, ¡tú
sabes todo lo qué me queda por hacer! No, no puedo irme, tengo las mesas llenas
de escritos, y algunos, ¡bastantes! sin terminar. Los días son muy cortos y la
mente no para de dar órdenes. Es imposible seguir el ritmo de ella.
Pero no quiero que vayas a por
otra. Déjame unos cuantos años y te prometo que para entonces, habré acabado.
¡No ves, todos lo que tengo ahí fuera! fuera, pero cerca de mi corazón, y ellos
no entenderían que me apagase.
¡Espérate! ¡Qué prisa tienes! ¡No ves!,
mi trabajo, eso es lo que hago, ¡No creas que es un lujo! Este trabajo lleva
tiempo, y a veces da pocas satisfacciones. Diría que ninguna. Los que te leen
callan lo malo del texto. Y los que saben que en ellos hay algo bueno te
rechazan. Sí, sí, te rechazan porque te falta el pergamino puesto en la pared.
Ese pergamino que dan unos señores, que a mí no me han visto nunca. ¡Claro cómo
me van a dar algo, si no me conocen!
Para ellos soy algo extraño,
salido de no sé dónde. Ellos solo ven y
comparten temas con sus amigos.
Me gustaría que algún valiente se
olvidase de las normas establecidas y que empezase a abrir el círculo para lo que
por circunstancias varias no pudimos terminar los que ellos quieren.
Así iré caminando años tras años.
Pero ahora deja, a ver si sale alguno que quiera coger mi mano y me acerque a
todos esos que colgaron el papel que me falta.
En ese momento que abran temas, y
empecemos a conocer el por qué del rechazo.
Aunque intuyo el motivo, no soy
tonta. Esos círculos se cierran para todo el personal que no tienen lo que ellos.
Sé que no todo el que se acerca, puede acceder
al círculo de ¡tantas celebridades! Y juntas, lo que las hace superiores. Pero seguiré con mis cosas, a ver
si algún día encuentro alguien que me desengañe o que me diga, ¡Anda, ya está
bien!
Te van
mejor las labores que allí, no tienes que demostrar nada, como recompensa,
aparte de desarrollar lo que aprendiste, no necesitas ningún pergamino.
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