viernes, 26 de enero de 2018

Viaje a Fátima





Ciudad de Portugal.

Los preparativos iban surgiendo hasta llegar el día señalado. Nuestros hijos nos han regalado un viaje por los cincuenta años de casado, no habría necesidad de ello pero ellos quieren recuerdos de sus padres en tan dicho eventos.
Día de unión familiar, ellos nos han acompañado. Los cuatro matrimonios rumbo al país vecino. Hemos compartido, coche, y carretera. Por la noche alrededor de la chimenea del hotel, hemos sacado del baúl de los recuerdo las anécdotas que siempre salen en las reuniones. Algunos nos han sorprendido por decir secretos que guardaba desde pequeño. Travesuras que en su tiempo podían haber sido graves, hoy nos sirven de risas.
Es bueno recordar los momentos de la niñez con eso vuelves al pasado y por mucho que lo narres, ese, no volverá.
Ya son mayores y en sus largas andaduras todavía ríen y su unión es perfecta. ¡No ellos solos! En esto coinciden con sus parejas, que gracias a Dios no pueden ser mejores.
Por la mañana hemos visitado a la Virgen.
Las dimensiones del recinto son adecuadas para todos  los peregrinos que la visitan, algunos haciendo verdaderos sacrificios hasta llegar a sus pies. Allí se ve al verdadero religioso.
Puestos en camino de vuelta a Cáceres, el coche corre deslizando su mole de hierro y chapa. Los paisajes se van contemplando. Pasan deprisa la mirada se centra en los puntos relevantes. Es invierno y ha llovido en este mes de enero y acompañado  los ratos de sol nos va dejando esa alfombra verde fuerte que extiende tapando la tierra. En los árboles va dejando una tela de hongos y ramajes tapando su tronco y con ello protegerlos del las horas de frio. Con ello la naturaleza nos va regalando un sinfín de vestidos de formas diversas en cada árbol, o, rincón del paisaje.
El destino ha sido Portugal, País vecino, camino al Santuario de Nuestra Señora De Fátima, zona de peregrinación muy emotiva, allí se vive la fe del cristianismo.
Pasando la frontera compruebas algo raro, tu cuerpo no se adhiere al suelo por donde pasa y vuelas por un espacio que no conoces. Es como si en cualquier momento te van a detener y te echan de allí. La sensación es rara como si flotase en el aire y de un momento a otro te vas a desplomar.
Terminada las visitas vuelta a casa. El coche corre más ligero, cuantos más kilómetros va tragando compruebas que queda menos. Señales de tráfico te indican, kilómetros, pueblos, velocidad y los peligros de las personas sin control en los adelantamientos
¡Lo curioso de todo es cuando ves que falta poco para entrar en tu país! La mente se va relajando y empiezas a posar los pies en la tierra ¡qué, dicen, que es de de uno! ¡No sé si será verdad! Pero si es cierto que te alegras de estar en ella, ahí, parece que estas arropado por algo que te protege. Será un manto especial que tienen los países al darte protección.
Pero cuando has pasado la frontera abrazas esos montes de piedras y esos mantos de tierra que te perteneces, esos, esos que dicen que son nuestros, ¡con lo lejos que los veo, y dicen que son nuestros!

Entrando en la zona de Valencia de Alcántara las moles de piedras nos saludan dándonos la bienvenida. ¡Qué hermosas se ven! Sus figuras quietas y cada grieta esconden una historia de los habitantes cuando pasaban la frontera cargando con el estraperlo. Fueron años duros y el pueblo tenía que comer. ¡Cuántas cosas podríamos contar! En una ocasión una señora llevaba azúcar para venderla en Cáceres y al llegar a la frontera la pararon los guardias. Al no poder pagar la aduana, no se le ocurrió otra cosa que derramar el azúcar en señal de rabia.
Pasada la frontera observas que la tierra tiene otro color y cada palmo se acaricia de una forma distinta es como el tesoro que dejaste en el fondo del baúl y en este momento lo vuelves a desdoblar y ni que decir de la verdadera alegría cuando entras en los dominios de tu ciudad, acariciando todo lo que ves.

                                                                21-1- 2018 Joaqui. 

viernes, 12 de enero de 2018

Susurró





¡Quédate! Me susurró al oído. No quería oírle. Insistió.
Él contento.
No, el precio es demasiado alto, y me preocupo por ellos.
Ellos no te necesitan, vuela por ti. En el aire encontraras el destino de tú vida. Cabalga siempre contra los deseos de los mortales. Te darás cuenta, que somos marionetas en manos del viento. Nos coge, nos voltea y nos deja donde jamás quisiéramos ir.
Aquí estamos con nuestras pocas alegrías y, demasiados problemas. Así es la vida, caprichosa, cruel, y amarga.
El camino nos atrapa como el viento al tornado . No importan tus quejas, él es el dueño.
Allí, nos encontraremos.
                                           31-7-2017   Joaqui

El gato Manolo




Manolo, para su desgracia, nació de un color  distinto al de los suyos, Él nació de un color  verde claro con toques rojizos, y con una luminosidad brillante. A su paso por las calles era la admiración de todos. Pero la familia no aceptaba a un miembro que no fuera igual que ellos, por ello no era aceptado por la familia.
La familia no tenía trato con él. A la hora de la comida siempre le echaban aparte. Su color, sin saber el por qué, le apartó del resto de los demás. Su madre se negaba a darle el pecho como al resto de los hermanos. Una noche quiso dormir en su cama y no lo dejaron.
Su cama estaba cerca de la chimenea. Desde ese lugar veía dormir a su mamá.  Su mamá rechazando al hijo, puso un cajón delante de su cama para no verlo.  Manolo lloró acurrucado en el descanso de la escalera, Pensó ¿me iré con los mulos a la cuadra? Al llegar Rosita “la burra Mayor” le empujó fuera de la cuadra. Esa noche llovía y fuera hacía frío. Manolo agachó las orejas y salió a la calle. Allí se encontró con Cándido, un operario de la finca. Cándido intentó acariciarlo, y Manolo que no estaba acostumbrado a mimos, salió corriendo y subió al árbol donde se refugiaba Constancio. Constancio era el hijo de un señor que llevaba viandas al cortijo, y mientras el padre descargaba las viandas, él  subía al árbol a jugar.
Cuando bajaba siempre decía lo mismo. -Desde allí todo es bello.
 Desde ese día solo bajaba a comer las sobras  que dejaban sus hermanos.
Un día pasó un carro de unos titiriteros y al verlo tan bello se lo llevaron. La madre quedó encantada de su marcha. En la ciudad lo vendieron a una compañía de teatro. Y en las funciones, le tenían un sitio reservado en el escenario. Lo lucían en un sillón de color negro y en el sillón colocaban un mantón de manila blanco, bordado en colores vivos. Este puesto en mitad del sillón colgado y luciendo gran parte del los bordados. Para los espectadores era un lujo ver a Manolo entre el colorido y dominando su color verde. 
Al cabo de unos años Manolo volvió a casa. Esta vez era distinto. Se presentó con los bolsillos llenos de dinero.
La madre al ver dicho cambio, llamó a los hermanos, y abrazando al hijo. Le agarró entrándolo en casa.
Manolo se aparto de su madre, y le dijo. No he venido por ti, tú nunca me quisiste y nunca recibí una sola caricia. Me hiciste mucho daño y no soy el culpable de mí color. Vengo a demostraros que  el color de los que pisamos la tierra, nada tiene que ver con uno mismo. Nacemos distintos por capricho de la naturaleza y debemos de ser querido y aceptados por los demás.
 Salió de su antigua morada muy triste. Le hubiera gustado que su vida  hubiera transcurrido distinta
Así son las familias, como no seas como ellos, te apartan sin tener en cuenta el daño que hacen.
                     22-8-2017  Joaqui.

miércoles, 3 de enero de 2018

La envidia





Cada vez siento más envidia de no poder hacer lo que ellos.
Ahora contemplo el bosque, paseando por este sendero tan bello que nos regala la naturaleza en esta estación del año. Ella se viste de gala para presumir de sus mejores trajes. Su colorido tan inmenso. Y por mucho que quieres abarcar, no consigues ver la gran gama que tenemos delante.
Envidio todo este bello mosaico. Pero, mi pensamiento está en la copa de los árboles, allí, es donde se encuentran los deseos que envidio.
Quisiera ser como ellos, libre sin las cadenas que nos atan a la tierra, cadenas que deberíamos cortar y  volar por esos mundos y ver las grandes maravillas que en él se encuentran.
Y navegar apoyando mis patas en el mástil de una embarcación. Desde allí, contemplar los mares comprobar cómo el barco se abre camino.
 A lo lejos se divisa tierra, cuando llegue surcaré sus cielo y desde allí, buscaré amigos y si son de los míos, estaré un tiempo, para luego seguir recorriendo hasta  el último rincón de este planeta.
           12-4-2017   Joaqui.

Las Joyas




Cuanto ahincó ponemos en poseer algo, ¡y, cuanto más valioso, mejor! Sin darnos cuenta que son las cosas que  menos satisfacción nos dan.
Hay Joyas y, joyas, sobre todo, esas que colgamos de nuestras orejas y cuello. Si nos ponemos a pensar, vemos lo triste que es colgar del cuello un collar, o algo parecido. Qué peso tenemos que soportar  ¡Y, no es por lo que pesas!, sino por la incomodidad de arrastrarlo todo el día, Sobre todo, ahora en verano.
Ponemos toda la ilusión en cosa pasajeras, sin darnos cuenta que a veces, olvidamos que con ese dinero se podrían ayudar algunas asociaciones que andan por el mundo pidiendo limosnas.
Claro que en mi caso, las alhajas no es lo habitual, pero siempre se pude hacer más.
¿Cuántos errores cometemos a lo largo de nuestra vida? Y de todos es sabido que de este mundo nos vamos a ir, como vinimos.
                            25- 7- 2017   Joaqui.