Por
el camino viejo al atardecer, ¡Cómo siempre! Emprendí… Para el tan deseado
encuentro. Las nubes me besaban mi cuerpo. Sentía ese frío tan dentro del alma, pero mi pensamiento
se centraba en el verdadero encuentro. En la fuente verde, allí encontraría el
calor deseado. Sus labios me cubrirían de besos, y sus brazos apagarían el
frío.
Seguí
caminando y las sombras de la arboleda me aterro rizaban. Ellas me recordaban mí
pecado. El amor no entiende de normas.
Llegando al punto de encuentro. El viento soplaba fuerte, la lluvia no tardó
en hacer aparición.
Empapada
hasta los huesos, seguí esperando.
Las
sombras de los árboles empezaron a tener movimientos amenazantes. Ellas, se confundían
con los vecinos del pueblo. Hasta sus caras y voces eran idénticas, las ramas
de los árboles le tendieron sus brazos para armarlos y castigarme con ellos. ¡Pensaba!,
solo son cosas del miedo.
De
pronto, sentí una mano apoyada en mí hombro. Un estruendo iluminó el campo.
Aterrada me volví. ¡Don Fausto!,-era el vecino de casa-. Detente, en la fuente
no vas a encontrar lo que buscas. De pronto, las sombras se abalanzaron sobre
mí.
Gritaba,
gritaba. El murmullo se aleja. Quedé tirada en el suelo, callada, como las
sombras de los árboles.
23-1-2017
Joaqui.
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