El
enterrador
Trabajo triste, claro qué,
para vivir, no se encuentran trabajos cómodos que cubran las necesidades económicas
familiares.
Félix, caminaba temprano al
Campo Santo. El trabajo allí, no solo era tapiar la inmensa oscuridad. Había
que tener limpia las instalaciones. Félix era muy curioso.
El recinto era pequeño. En el pueblo había pocos
habitantes. Todos se conocían, eran como una gran familia. Félix en el fondo
estaba cómodo con el trabajo. Además de aportarle un dinero mensual. No morían muchos.
De ello se alegraba, para no tener que pasar un mal rato.
Tuvo días penosos, sobre todo, cuando tocaba
enterrar a familias, o, amigos. Pero uno de los que más le impactó al pueblo,
fue, Julia, la hija de los señores Ríos. Eran los más adinerados del pueblo.
Julia, era una joven rubia, alta, bien formada, ojos claros, pelo largo y ondulado.
Ella no buscaba los amigos por sus igualdades económicas, para ella, todos eran
iguales.
Un día le llegó la hora, después de un tiempo
enferma.
Ese día, Félix esperó en la entrada a la comitiva.
El pueblo en pleno acompaño en esos momentos de dolor. Cuando entraron la caja,
Félix acariciaba la lápida con sus manos llenas de lágrimas.
A las pocos días. Se personaron en casa de
Félix unos sirvientes de los señores Ríos. Iban en un carro tirado de una mula.
Empezaron a bajar, sacos de harina, legumbres, frutas, y unas tinajas de
aceite.
Los criados transmitieron a Félix las gracias
de sus señores por haber tratado con tanto cariño los últimos cuidados de su
hija.
Esto ayudó a la familia a superar momentos difíciles
de los años 1.920.
27-1-2017 Joaqui.