dos.
Recuerdos del pasado
9
Un día más del mes de febrero
la vida de mis padres seguía. Comenzando las tareas y sacrificios para
conseguir lo que llevaban haciendo meses.
Mamá en casa unas horas, luego
terminaría en el bar ayudando en la cocina, fue una gran cocinera.
Papá se levantó temprano, y se
marcho a la casa nueva, a poner unos cuantos de ladrillos. La mañana era fría
pero esos meses de invierno todos los días se daban la mano.
Éstos se pasaban el testigo
unos a otros y cada cual era peor.
Pasó la mañana y mamá no pudo
ayudarle en el bar, una de sus hijas estaba enferma y se tuvo que quedar en
casa.
Papá bajo a la hora de comer. Al terminar la
comida se sentó en el umbral, que él hizo en la entrada de la vivienda.
Desde allí contemplaba el Horizonte,
era inmenso no se le veía el fin, al final se unía el cielo y la tierra.
En los años 1.953 la zona
desde San Blas hasta pasado el Río Al monte, todo eran campos y regatos. En
invierno era hermoso ver la lejanía, y en primavera, esto era maravilloso de
contemplar.
Los campos sembrados de trigo, cebada, y la
avena.
Entre el trigo las amapolas paseando su
belleza cuando las movía el viento y resaltando su color Rojo, del Amarillo del trigo, !Cómo brillaban
con el sol del verano!, y que perfección como están colocados los granos del
trigo
¡Qué buena pareja hacían! Las amapolas y el
trigo
Ver estos cereales crecer, días, semanas y
meses, hasta la llegada del verano que con su recogida, lo que quedaba era un
sembrado lleno de comida que los animales se encargaban de limpiar, comiéndose
los tallos que quedaron en la tierra.
Era
una de las maravillas de vivir fuera del casco urbano.
Cuando
empezaron a construir papá comentaba. Estos nos empiezan a quitar la mitad de
lo que hoy contemplamos.
Si
viese hoy, que en estos campos solo se ven paredes y no se ve ni al vecino que
vive quince metros de tu casa.
Lo
que queda de aquellos años solo son recuerdos para recrear la mente.
Papá, de lo que había, no
queda nada13-10-2016 Joaqui.
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