
Una pila de cemento y
marros finos que hicieron en su día Juan y Joaquín, el compadre de papá.
Hicieron una obra de arte. La pila medía metro y medio de
larga por sesenta de ancho, y sesenta y cinco de alta. El batidero amplio y
pulido como el resto de la pila.
Allí trabajaba Antonia con mucha comodidad, lavando su ropa,
ese día estaba disfrutando con su pila nueva.
Antes de tenerla lavaba en un baño de cinc arrodillada en el
suelo.
Los niños jugando en la calle donde han estado siempre los
niños.
De pronto empezaron a tocar las campanas de la ermita de San
Blas. Cuando pasaba esto, siempre anunciaba alguna desgracia, algún fuego.
Mamá salía corriendo a buscar a las niñas, el resto de las
persona, para refugiarse en sus casas.
Toda la barriada alborotada buscando a los suyos.
Pasado un rato todos
los niños estaban mirando detrás de los cristales de las ventanas.
De pronto entró un toro negro en la calle, éste buscaba con
furia de una acera a otra.
Un gran ejemplar.
Toro negro, con cuernos muy notables, pitón bien pronunciado.
Un toro joven con
cuernos lisos y bien formados.
Los vecinos le llamaban desde sus ventanas tirándole algunas
telas viejas o moviendo algo. El toro acudía con prontitud dándose en las
paredes de las casas.
Pasado un tiempo llegó la Guardia Civil y matando al toro se
acabó la fiesta.
Todos los niños a la calle, que era donde mejor se estaban,
hiciera frío o calor.
20-10-2016 Joaqui.
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