Cinco de la tarde
La cita era en el paseo de Cánovas. Esta zona de La
ciudad es el más frecuentada por los extremeños.
La ilusión puesta en nuestros años mozos.
Había que dado con un apuesto joven, que conocí
meses antes.
Un chico muy apuesto y guapo.
Siempre pensaba que no sería para mí. Su figura era
muy valiosa para esta humilde joven.
Paseamos, Cánovas arriba, Cánovas abajo. En esa
época los jóvenes no teníamos dinero para quedar en la terraza de un bar y
tomarnos un café.
El dinero era escaso y los padres nos daban la paga
los domingos, o días de fiestas.
Que consistía, en unas pesetas, ¡De las de tiempo
pasado! Que daban para poco.
Unas pipas, algún caramelo y poco más. Después a
gastar zapatos o, sentarnos en un banco si había libre.
Por fin conseguimos uno y allí, el joven me decía.
Mira, cuando
nos casemos, viviremos muy bien pues, yo gano cien pesetas diarias.
¿Pensaba? ¿Qué voy hacer con tanto dinero?
Solo el
aceite costaba casi veinte pesetas. Pero yo pensaba que con mi edad era hora de
salir de casa.
Compramos una peseta de pipas, y sentados en el
banco, dimos rienda sueltas al futuro que empezábamos construir.
Pasamos la tarde viendo como ensuciábamos el suelo con
las cáscaras.
Reíamos más que ahora y hoy, si tenemos para cafés.
Y ¡fíjate por donde! Ahora no nos apetece ir a
ninguna parte.
Ya no hay que buscar pareja.
16-2-2015, Joaqui.
No hay comentarios:
Publicar un comentario