viernes, 26 de julio de 2013

Mis Primeras Vacaciones





                                               Mis primeras vacaciones.
Me invitaron  a una boda, en un pueblo de Cáceres a diez kilómetros  de la ciudad. No sabía cómo iba a llevar mi ropa, pues,  en mi casa no había maletas, bueno, maletas sí,  pero de esas grandes de Rayas Marrones, atadas con unas correas, y en las esquinas unos contrafuertes de chapas. A mí me sobraba el noventa por ciento de dicha maleta.
Y claro, para una semana no iba a cargar con ese muerto. Tía Margarita, Tía de mi, novio, me dejo un bolso y allí metí todo. Dos vestidos, dos zapatos, un camisón, ropa interior, una rebeca y un bolso.
Cuando llegamos a la parada del transporte, nos encontramos con una camioneta con asientos corridos de madera en los laterales de esta. Subiendo a ella, Margarita se sentó a mi lado, y no dejo que mi novio se sentase junto a mí. Ella nos tenía que proteger de las malas lenguas. Llegando al pueblo compartir habitación y cama con  Margarita.  

Boda a la vista. Las costumbres de esos tiempos era invitar a todo el pueblo, y para todos no había cubiertos. Así había que llevarlos de casa, incluida las servilletas.  Y al llegar a casa prepararlos para la noche, pues, las bodas duraban la semana, comiendo y bebiendo en casa de los padres de los novios.
 Las costumbres de esos tiempos eran. Los padres de los novios se encargaban de hacer las comidas para todo el pueblo. Una semana comiendo la sopa boba de medio pueblo. Dinero se entregaba poco, con llevar un pollo para la paella, azúcar, harina, aceite, huevos y ayudar en las tareas de elaboración se daban por contentos.
Con eso se pagaban las bodas.
Ni que decir tiene que los padres hacían el resto. El que tenía haciendas, los novios salían victoriosos, el que no, seguirían toda la vida dando tumbos.
 Pero lo que menos me gustó de dichas bodas era la forma de repartir la Tarta Borracha. Un biscocho en Almíbar. Este, lo repartían entre los invitados con ayuda de algunos de los parientes. Con el plato y una cuchara recorrían el salón dando un trozo por persona. Allí en el almíbar entraban y sacaban la cuchara, sin ninguna forma de higiene.

 Lo mejor era el frite de cordero. Lo hacían las mujeres mayores, y ni que decir tiene les salía riquísimo. Los recuerdos de las bodas de antes. Pues ahora se hacen en hoteles. Te ponen un cubierto, que no siempre te gusta. Y lo que se paga por ellos es una sangría a tu economía. Pero los tiempos cambian y por supuesto no siempre para mejor.
Margarita cumplió con la misión de guardar a los novios.
                                                  19-7-2013     Joaquina.

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