miércoles, 2 de junio de 2021

LA NOCHE MÁGICA

    HISTORIAS DE CORNEJO 

 

NOCHE MÁGICA

Lucrecia está en el sofá junto a la ventana, donde recibe el frescor del mar. En ese momento suena el teléfono.

— Diga— contesta Lucrecia. Una voz al otro lado del hilo vocifera.

— Por favor, ¿puede repetir y hablar más despacio? — le dice Lucrecia.

— ¡Perdone! ¿Me acaba de decir que tengo la cuenta del banco en números rojos? — En el teléfono escucha la voz de un hombre, exigiendo que se persone en el banco lo antes posible. Exaltada intenta razonar, pero el teléfono se había cortado.

A su espalda, en la habitación, escucha la voz de un hombre que desde la puerta le habla. Suelta el auricular, y poniéndose de pie, ve a una persona que se encuentra frente a ella.

— Perdone señora, he terminado de arreglar los enchufes de la televisión, y necesito que firme el albarán para entregarlo en la oficina— Lucrecia le pide perdón al haberse olvidado de él.

Lucrecia se encuentra en ropa interior, está terminando de vestirse para salir. En ese momento lo contempla y su asombro es ver a un hombre cerca. Lo mira y ve que delante tiene a un desconocido en la puerta de su habitación.

— ¿Cómo se llama?, pregunta Lucrecia.

— Mi nombre es David.

Lucrecia tiene ante ella a un joven alto y musculoso, vestido con pantalón vaquero y un polo de color blanco; sus brazos, al descubierto, y su figura, de compresión atlética. Se encuentra aturdida por la presencia de un extraño en su alcoba. Reacciona rápido y va a su encuentro.

— Márchese y mañana paso a la oficina. — David camina hacia la puerta de salida.

— David, ¿quiere tomar un café? — le dice Lucrecia.

David se vuelve.

— Tengo otros trabajos pendientes, pero un café no lo rechazo.

Lucrecia le tiende su mano y lo lleva al borde de la cama. Lo contempla y acaricia sus brazos musculosos. David acaricia su cara, besando sus labios, y se ven envueltos en una aureola de pasión. Sus mimos son recíprocos buscando el deseo. Sus manos van acariciando cada rincón de sus cuerpos. Se olvidan de la existencia del mundo, y como el fuego, quema la llama del amor. Al fondo se escucha la música que suena al compás de sus carantoñas. La luna hace su aparición, pasando despacio, contemplando sus hermosos cuerpos. Al amanecer, David sale de puntillas, sin contemplar el cuerpo que tanta felicidad le había regalado.

Joaquina Campón

 

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