viernes, 10 de julio de 2020
Tres de la madrugada
Tres de la madrugada
Un extraño ruido se oye en el jardín, me levanto y a través de la ventana observo la noche huracanada. La niebla no deja ver con claridad.
Las nubes bajas ocultaban una sombra extraña que se movían bajo los árboles
De pronto, el golpe de una ventana.
Baje al salón, y observo que el sillón de la abuela está ocupado, -su sillón favorito que nadie utiliza desde su marcha.
Temblorosa me acerco, y veo, sentada a la abuela como en el pasado, su rostro dominante y autoritario.
─Siéntate, me ordena, no terminaba de asociar esta aparición pero le hice caso y sentada frente a ella.
─Coge papel y lápiz que te voy a dictar una carta para la familia.
Escribí y pensaba, esto es un sueño, no puede venir la abuela después de los años que lleva enterrada.
Le hice caso al sueño.
Empieza diciendo:
─Todo lo que acumulé en vida será para mis descendientes, ─ ¡qué por cierto, tú no entras!
La miraba sin hablar sin comprender nada.
En ese momento un rayo abre la ventana y sobre una nube desaparece.
La luz del sol entra iluminando la alcoba. Al despertar vagamente, mi mente daba vuelta sobre el sueño, y ¡pensaba!, un sueño como tantos otros.
Me olvidé, y pasó el día.
Por la noche, después de cenar la familia nos reunimos en el salón, allí charlábamos hasta bien entrada la oscuridad de la noche.
Al llegar a mi alcoba veo unos papeles encima de la mesilla, y con asombro leo que estaban escrita, toda la conversación de la abuela.
Enfadada los arrojé al fuego, las llamas fueron testigos de que no se podía consentir una injusticia.
De las llamas iban saliendo figuras andantes que rodeando mí cuerpo zarandeaban los pobres huesos. Aguanté y al terminar el fuego, desaparecieron.
Buenas tarde amigos.