Siete
de la tarde, el aburrimiento me carcomía, toda la tarde cosiendo los calcetines
de los hermanos pequeños. Nunca se acababa esta labor si querías que al día
siguiente fuesen al colegio cosidos.
Cuando
volvían, los dedos de los pies, seguían fuera del calcetín.
Cogí
el cántaro y fui a por agua. La fuente estaba al final de la calle, bajando la
Calle Aguacil. Allí cerca de los Pilones donde bebían las vacas y los burros.
Me senté a ordenar mis ideas. Contemplé el monte donde en sus días estaban
depositados todos los desechos de los Curtidores. Con ellos los animales poblaban el monte.
Embebida
en mi pensamiento, se me echó la oscuridad encima. Cogí el cántaro y dispuse la
marcha.
Pero,
una mano se posó en el hombro, con voz ronca hablaba. La oscuridad no me dejaba
ver el rostro del personaje. El miedo no dejaba que pensase, y retrocedí un
paso. Con la oscuridad no me fije en el abrevadero y caí dentro. La profundidad
era poca y me vi sentada dentro del pilón. Solo escuchaba una risa, que a mí me
molestaba. Con ayuda de las manos fuertes de Blas, pude salir. Él seguía
riendo.
No
tiene ninguna gracia, al escuchar su voz el miedo se apoderó de mí. era
el vecino que en su día comentaban en el pueblo que toda su familia había
desaparecido y se sospechaba que los había matados a todos.
Salí
del pilón y eché a correr, se me había olvidado el cántaro pero no tuve intención
de ir a buscarlo.
6-10-2017 Joaqui.
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