domingo, 6 de noviembre de 2016

Recuerdos del pasado 17




                                                         Recuerdos del pasado 17

Martes Santos. Juan se encontraba detrás del mostrador arreglando y limpiado los vasos. De vez en cuando llenaba la pila del agua echando lejía, a papá le gustaba porque los vasos a demás de limpios, quedaban desinfectados, ¡no es que los demás días no se jabonasen bien! Pero la lejía les daba un brillo especial. Mamá y María –la hermana mayor- estaban en la cocina preparando los pinchos.
Hasta que saliesen estos, las aceitunas, cacahuetes y las anchoas, hacían una buena labor.
Los clientes estaban jugando a las cartas en  varios veladores que se encontraban el salón de fuera.
La mayoría de los clientes tomaban vino. En ese momento entró Agustín, un joven que por su defecto de, –según aquellos años- era el Baile San Vito. Agustín era un chico alto y delgado, moreno. Siempre iba limpio.
Entrando, saludaba a Juan y pedía un vino, tomando varios con sus correspondiente pinchos, pagaba y se marchaba,  sin comunicarse con el resto de los clientes.
A la hora de pagar, sacaba su caja de metal.
 Aquellas donde venían los parches para los pinchazos de las  cámaras de las bicicletas. La traía atada con una goma y con el tembleque de sus manos, hacía sonar las monedas de la caja. Los clientes se enfadaban y le decían, ¡vamos termina y márchate que no nos dejas de jugar! Agustín seguía tranquilo y hasta que no pagaba y ponía la goma, no se marchaba.
Juan los mandaba callar y le decía a Agustín, no les hagas caso ya sabes que les molesta todo.
Al salir a la calle, le llamaron unos chicos extranjeros que pasaban por allí, le preguntaron, que si se encontraban cerca de una casa de cita, y Agustín les dijo, sí, vengan conmigo yo les llevo. Después de andar un poco, les señalo una puerta diciendo, llamen ahí, pero son muy raros pero Ud. Insistan. Agustín se escondió en una puerta más abajo.
Llamando los chicos a la puerta, salió un franciscano y les preguntó, ¿qué desean?, los chicos le contestaron venimos buscando mujeres que estén rellenas, el fraile extrañado les volvió a preguntar, ¿oigan, que están diciendo?, los jóvenes les contestaron, ¿vamos a ver, no es esto una casa de citas? El fraile se echó las manos a la cabeza y dando gritos llamaba a los otros hermanos y le cerró la puerta.
Agustín  “se estaba riendo” escuchando todo.
Días después le contaba a Juan lo ocurrido.
                                  3-11-2016  Joaqui.

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