En Cáceres 30- 6- 2011.
Querido Juan, me es grato comunicarte, las buenas nuevas acontecidas con los hijos de Ambrosia.
Me llamaron hace unos días diciendo que el domingo nos veríamos para cumplir con lo prometido a su madre. El encuentro fue en la puerta del cementerio era el único sitio para no perdernos. Fue un encuentro muy emotivo. Compramos un ramo de flores en la entrada, y nos dirigimos a la tumba de Casimiro, después de rezar en silencio le pusimos las flores, parecía que no queríamos arrancar del sitio, pero acordamos antes de entrar ir a visitar la Parte Antigua de Cáceres.
Tenía contratado un guía y nos pusimos en camino. Del cementerio a la parte antigua, Atravesando la N 521, entrando en Avenida de San Blas subiendo la C/ Sande que desemboca en la Plazuela de Santiago de los Caballeros, allí en esa plazuela esta el Palacio de Godoy, con su balcón de esquina todo esculpido en cantería, pasamos a ver la Iglesia de Santiago, todo de pasada, entramos en C/ Caleros dejando esta a la izquierda para subir por La cuesta del Maestre. Arriba en la Puerta de Coria nos esperaba el guía, este nos llevó a los palacios más destacados como, Moctezuma, Con catedral, Palacio Episcopal, La Generala, Golfines de arriba y de abajo, Plazuela de San Jorge, la muralla, El Museo de las Veletas este es el Museo más importante en él se encuentran el pasado de nuestra historia y con los resto antiguos encontrado en las cercanías de Cáceres.
Pero lo nuestra sorpresa fue cuando entramos en una de las Iglesias, ya habíamos dejado el guía, en ella estaba el sacerdote terminando la misa, terminada esta nos invito a entrar en la sacristía y nos preguntó que de donde éramos, ellos dijeron que venían de Cambroncino, y que venimos a ver la parte antigua y a pasar de lo cerca, nunca habían venido a Cáceres, y el sacerdote les dijo, yo soy un amante de la parte antigua y si quieren les enseño donde vivimos los franciscanos pero nuestras calles no tienen nada que ver con las de arriba.
Cuando terminó de quitarse la sotana abrió un armario, en el se encontraban unas escaleras las cuales bajamos estaba iluminada y llegando a bajo esto era un pasadizo para atravesar la calle por el subsuelo, estábamos encantado por encontrar algo que no está a la vista de los turistas, era un pasillo de bóvedas de Cañón, el suelo llano con ladrillos rojos y en los laterales del pasillo existía unos pollos de piedras, no seguido, unos de otros, estos con los asientos de las mismas baldosas rojas del suelo, la paredes también piedras, y el ancho del pasillos cuatro o cinco metros. A pesar de la iluminación esta no era suficiente por eso íbamos despacio y sobre todo maravilla dos de encontrarnos en él, seguimos al fraile y de pronto se apagó la luz nos unimos los hijos de Ambrosia y yo, todos asustados, pero el padre nos habló diciendo, por favor no se asusten esto pasa muy a menudo, porque los plomos saltan y hay que subir la clavija, por eso como yo sé el camino iré más rápido solo, así se sientan en los pollos que están al lado de la pared mientras yo conecto la luz, se marchó diciendo , ahora vuelvo. No sabíamos si llorar o chillar, pero el franciscano nos habló muy sereno y creímos en él, por eso solo nos quedaba esperar.
Nos sentamos en los asientos todos unidos por las manos, nos pusimos a rezar era lo único que podíamos hacer, hasta que él padre conectase la luz.
Para nuestro asombro se escuchaban unas voces, cada vez más cerca, con la cercanía de las voces se iban iluminando el pasillo, hasta quedar totalmente iluminado y a nuestra derecha el ruido de una cerradura chirriante se abría antes nuestro asombro y al abrirse la puerta, esta dio paso a unas doncellas que rodeaban a una joven vestida de seda blanca, velos a la cabeza toda tapada, solo una iba vestida de blanco las otras de azul claro, todas llevaban el velo tapando sus caras, pero cuando salieron al pasillo el velo se lo echaron para atrás y pudimos ver la belleza de las jóvenes, sus caras parecían de porcelana, nosotros ni respirábamos para no ser vistos, pero las chicas corrían por el pasillos luciendo sus hermosos vestidos de seda muy vaporosos, sin ver a nadie para ellas éramos una piedra más del pasillo, mientras ellas jugaban al corro y paseaban hablando. Al rato se pusieron a buscar (según decían ellas) un huevo de oro que llevaba mucho tiempo perdido, rebuscaban entre los huecos de las piedras de la pared corriendo de un lado para otro, mientras buscaban, en la lejanía se escuchaba una músicas, como esas que escuchábamos cuando se emitía clásicos populares, en rne música clásica elegante y tranquilizadora, música para recrear el oído y disfrutar de lo bello.
Así hasta que estas chicas se cansaron de jugar y se marcharon por la puerta que habían salido. Otra vez nos encontramos a oscura, pero al rato vino la luz nosotros estábamos sin habla asombrados de lo vivido, nadie dijo nada solo con las miradas de asombro y deseando salir de ese pasillo, al rato nos hablaba el fraile desde lejos y decía que ya venía a por nosotros, con la luz nos pusimos en camino en dirección donde se marchó y de donde venían la voz, agarrados de la mano por si volvía a apagarse la luz, al encontrarnos con él nos pidió disculpas por la tardanza y nos comentaba que cuando subió estaba un franciscano enfermo y no había nadie para socorrerlo, así tuvo que socorrerlo él. Llegando al final del pasillo encontramos unas escaleras por las cual subimos saliendo a un zaguán allí se encontraba la salida del final del pasadizo, en el zaguán nos despidió el sacerdote, se disculpó pero tenía que cuidar al hermano enfermo y no podía seguir con nosotros. Cerró la puerta quedando como una alacena normal y corriente sin viso de parecer lo que era. Salimos a la calle y nos dirigimos al hotel donde teníamos encargado el almuerzo, teníamos mucho que contar.
Bueno Juan, note caso más en la próxima te contaré donde comimos.
Un abrazo. Joaquina.
No hay comentarios:
Publicar un comentario