miércoles, 23 de junio de 2021

Historias de Cornejo

 

Historias de Cornejo

 

  Fabián asa noche camina en dirección a su casa. Al llegar al alto que separa las casas del cuartel, observa una sombra que se mueve. Se quedó quieto para comprobar si el miedo le estaba traicionando.

  La sombra se le iba acercando. Retrocedió y al mirar la sombra se proyectaba en todas las direcciones. Su cuerpo se paralizó, pensando en Julio.

La voz de Julio, retumbaba en el aire. — Fabián, Fabián, no te acuerdas de lo que te hablé ayer. Has visto a mi hijo y solo le has prometido parte del trato.

¡A qué esperas!, no vas a descansar, hasta que esté arreglado. El dinero, es lo que menos me preocupa, quiero los apellidos, sin eso, la familia está desnuda ante las críticas del pueblo.

Te voy a dar una semana, pero no olvides que pasado ese tiempo, vendré.

                                                   Joaquina Campón.

 

jueves, 10 de junio de 2021

NOCHE MÁGICA HISTORIAS DE CORNEJO

l teléfono.

— Diga— contesta Lucrecia. Una voz al otro lado del hilo vocifera.

NOCHE MÁGICA

Lucrecia está en el sofá junto a la ventana, donde recibe el frescor del mar. En ese momento suena el teléfono.

— Diga— contesta Lucrecia. Una voz al otro lado del hilo vocifera.

— Por favor, ¿puede repetir y hablar más despacio? — le dice Lucrecia.

— ¡Perdone! ¿Me acaba de decir que tengo la cuenta del banco en números rojos? — En el teléfono escucha la voz de un hombre, exigiendo que se persone en el banco lo antes posible. Exaltada intenta razonar, pero el teléfono se había cortado.

A su espalda, en la habitación, escucha la voz de un hombre que desde la puerta le habla. Suelta el auricular, y poniéndose de pie, ve a una persona que se encuentra frente a ella.

— Perdone señora, he terminado de arreglar los enchufes de la televisión, y necesito que firme el albarán para entregarlo en la oficina— Lucrecia le pide perdón al haberse olvidado de él.

Lucrecia se encuentra en ropa interior, está terminando de vestirse para salir. En ese momento lo contempla y su asombro es ver a un hombre cerca. Lo mira y ve que delante tiene a un desconocido en la puerta de su habitación.

— ¿Cómo se llama?, pregunta Lucrecia.

— Mi nombre es David.

Lucrecia tiene ante ella a un joven alto y musculoso, vestido con pantalón vaquero y un polo de color blanco; sus brazos, al descubierto, y su figura, de compresión atlética. Se encuentra aturdida por la presencia de un extraño en su alcoba. Reacciona rápido y va a su encuentro.

— Márchese y mañana paso a la oficina. — David camina hacia la puerta de salida.

— David, ¿quiere tomar un café? — le dice Lucrecia.

David se vuelve.

— Tengo otros trabajos pendientes, pero un café no lo rechazo.

Lucrecia le tiende su mano y lo lleva al borde de la cama. Lo contempla y acaricia sus brazos musculosos. David acaricia su cara, besando sus labios, y se ven envueltos en una aureola de pasión. Sus mimos son recíprocos buscando el deseo. Sus manos van acariciando cada rincón de sus cuerpos. Se olvidan de la existencia del mundo, y como el fuego, quema la llama del amor. Al fondo se escucha la música que suena al compás de sus carantoñas. La luna hace su aparición, pasando despacio, contemplando sus hermosos cuerpos. Al amanecer, David sale de puntillas, sin contemplar el cuerpo que tanta felicidad le había regalado.

Joaquina Campón

— Por favor, ¿puede repetir y hablar más despacio? — le dice Lucrecia.

— ¡Perdone! ¿Me acaba de decir que tengo la cuenta del banco en números rojos? — En el teléfono escucha la voz de un hombre, exigiendo que se persone en el banco lo antes posible. Exaltada intenta razonar, pero el teléfono se había cortado.

A su espalda, en la habitación, escucha la voz de un hombre que desde la puerta le habla. Suelta el auricular, y poniéndose de pie, ve a una persona que se encuentra frente a ella.

— Perdone señora, he terminado de arreglar los enchufes de la televisión, y necesito que firme el albarán para entregarlo en la oficina— Lucrecia le pide perdón al haberse olvidado de él.

Lucrecia se encuentra en ropa interior, está terminando de vestirse para salir. En ese momento lo contempla y su asombro es ver a un hombre cerca. Lo mira y ve que delante tiene a un desconocido en la puerta de su habitación.

— ¿Cómo se llama?, pregunta Lucrecia.

— Mi nombre es David.

Lucrecia tiene ante ella a un joven alto y musculoso, vestido con pantalón vaquero y un polo de color blanco; sus brazos, al descubierto, y su figura, de compresión atlética. Se encuentra aturdida por la presencia de un extraño en su alcoba. Reacciona rápido y va a su encuentro.

— Márchese y mañana paso a la oficina. — David camina hacia la puerta de salida.

— David, ¿quiere tomar un café? — le dice Lucrecia.

David se vuelve.

— Tengo otros trabajos pendientes, pero un café no lo rechazo.

Lucrecia le tiende su mano y lo lleva al borde de la cama. Lo contempla y acaricia sus brazos musculosos. David acaricia su cara, besando sus labios, y se ven envueltos en una aureola de pasión. Sus mimos son recíprocos buscando el deseo. Sus manos van acariciando cada rincón de sus cuerpos. Se olvidan de la existencia del mundo, y como el fuego, quema la llama del amor. Al fondo se escucha la música que suena al compás de sus carantoñas. La luna hace su aparición, pasando despacio, contemplando sus hermosos cuerpos. Al amanecer, David sale de puntillas, sin contemplar el cuerpo que tanta felicidad le había regalado.

Joaquina Campón

 

lunes, 7 de junio de 2021

Del más allá

 

Historias de Cornejo

Del más allá

Los días se sucedían dando saltos sin cambios aparentes. La noche arrulla en su manto a la ciudad. Convirtiendo las sombras en figuras andantes, medra a todo lo que se mueve. Un hombre camina deprisa e intenta llegar al lugar del destino. Aligera el paso y escucha tañidos musicales que parecen risas intermitentes.

No quiere mirar y lo único que desea es llegar cuanto antes.

Entre los sonidos oye su nombre, esto le aterra y aligera el paso.

— Fabián no corras, hoy vengo a cobrar el debito del cual fuiste cómplice de mi ruina. ¡Espera, no tengas miedo! Yo, fui un hermano bueno, y lo que me llevó a la muerte fueron vuestras malas fechorías, Así me pagasteis los años de sacrificios trabados para toda la familia. Fabián reconoce la voz de su hermano Julio, y se echa a temblar.

Julio lleva años en el Camposanto. Y en estos momentos no entiende que después de tanto tiempo venga a cobrar.

— Sí, llevo el apellido de madre, ¡ya que tu padre no quiso darme el suyo! Pero, después de tantos años; allí, de donde vengo. Tengo mucho tiempo en que pensar y ahora quiero que me deis los apellidos y la parte de la hacienda que me pertenece. ¡Bueno, a mí no! Dentro de unos días veras a mi hijo Juan, él es el que recibirá todo. Ahora te dejo, volveré.   

                                       Joaquina Campón.

 

Hoy no quiere que publique, pues los corolres no cuadran ¿qué le vamos hacer.


 

miércoles, 2 de junio de 2021

LA NOCHE MÁGICA

    HISTORIAS DE CORNEJO 

 

NOCHE MÁGICA

Lucrecia está en el sofá junto a la ventana, donde recibe el frescor del mar. En ese momento suena el teléfono.

— Diga— contesta Lucrecia. Una voz al otro lado del hilo vocifera.

— Por favor, ¿puede repetir y hablar más despacio? — le dice Lucrecia.

— ¡Perdone! ¿Me acaba de decir que tengo la cuenta del banco en números rojos? — En el teléfono escucha la voz de un hombre, exigiendo que se persone en el banco lo antes posible. Exaltada intenta razonar, pero el teléfono se había cortado.

A su espalda, en la habitación, escucha la voz de un hombre que desde la puerta le habla. Suelta el auricular, y poniéndose de pie, ve a una persona que se encuentra frente a ella.

— Perdone señora, he terminado de arreglar los enchufes de la televisión, y necesito que firme el albarán para entregarlo en la oficina— Lucrecia le pide perdón al haberse olvidado de él.

Lucrecia se encuentra en ropa interior, está terminando de vestirse para salir. En ese momento lo contempla y su asombro es ver a un hombre cerca. Lo mira y ve que delante tiene a un desconocido en la puerta de su habitación.

— ¿Cómo se llama?, pregunta Lucrecia.

— Mi nombre es David.

Lucrecia tiene ante ella a un joven alto y musculoso, vestido con pantalón vaquero y un polo de color blanco; sus brazos, al descubierto, y su figura, de compresión atlética. Se encuentra aturdida por la presencia de un extraño en su alcoba. Reacciona rápido y va a su encuentro.

— Márchese y mañana paso a la oficina. — David camina hacia la puerta de salida.

— David, ¿quiere tomar un café? — le dice Lucrecia.

David se vuelve.

— Tengo otros trabajos pendientes, pero un café no lo rechazo.

Lucrecia le tiende su mano y lo lleva al borde de la cama. Lo contempla y acaricia sus brazos musculosos. David acaricia su cara, besando sus labios, y se ven envueltos en una aureola de pasión. Sus mimos son recíprocos buscando el deseo. Sus manos van acariciando cada rincón de sus cuerpos. Se olvidan de la existencia del mundo, y como el fuego, quema la llama del amor. Al fondo se escucha la música que suena al compás de sus carantoñas. La luna hace su aparición, pasando despacio, contemplando sus hermosos cuerpos. Al amanecer, David sale de puntillas, sin contemplar el cuerpo que tanta felicidad le había regalado.

Joaquina Campón