miércoles, 12 de febrero de 2020

La noche



 Con mis abuelos, Álvaro y Ana, vivíamos mi hermana Carmen y yo,en un viejo caserón a las afueras del pueblo.

A eso de las tres de la madrugada, el abuelo llamó con su campanilla. Bajo y lo encuentro sentado en su sillón favorito. Me acerco y le pongo la mano en el hombro, en ese momento una nube de polvo que sale de la chimenea,  qué envuelve su cuerpo y desaparece.
En ese momento, el miedo se apodera de mí, recordando que años atrás, su amante iba y venía por el mismo sitio.

Me quedé parado cerca de la ventana y al mirar, el campo la luna con su luz radiante, veo pasear a los dos amantes cogidos del brazo.
¡No podía ser! Rosa al poco tiempo de llegar, la abuela la arrojó al pozo, donde descansa su cuerpo. Y en la noche de los muertos. Sale vagando y arañando los cristales hasta el alba.

Cerré la puerta, quedé quieto en un rincón de la sala, ellos estaban dentro. Sus ropas empapadas de ─sangre que ellos ignoraban─.
Les oía hablar de los días felices que pasaron en su juventud. Rosa sale corriendo entrando en el pozo, Álvaro la sigue entrando tras de ella cogidos por unas sombras.

Del fondo de las aguas unas risas llenan el campo, poniendo los pelos como escarpias, sentí una angustia que me ahogaba.

En ese momento suena el reloj.

Bajo a la cocina encontró el sillón  empapado de agua y  ceniza.



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