El primer
día la Profesora sale de su espejo encantado, con un cuaderno en una mano, en
la otra, un bolígrafo.
Alargando
estas, dice.
─ ¿Toma,
escribe algo?
─ ¿Qué
pongo?
─ ¿lo que se
te ocurra?
Así de
pronto sin preparar nada, no sabía qué hacer.
Hecho el
escrito los guarda en el cajón para desempolva.
Pasado el
tiempo coge el escrito, lo mira y lo contempla como si se tratase de un ramo de
flores, ¡Qué eso es lo que ella ve! Quitando las flores secas, colocando
en su lugar otras fresca y bellas.
Termina como
si se tratase de un mosaico para la contemplación de los sentidos y el disfrute
del que lo lee.
Al llegar a
este punto, observo que tiene verdadero horror a ello. Ella quiere que lo que
pueda aporta cualquier persona no se lo lleve a la tumba.
Gracias Cora por tú paciencia y
ayudarme a remar en la barca de la
escritura.
Muchas
gracias.
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