martes, 27 de febrero de 2018

Amor no correspondido



Esa noche la tormenta no daba tregua, la calle desierta. Desde la ventana miraba las aguas que  cubrían las calles de un lado a otro de las casa.
Entró Josefa en la sala, Manuel estaba embebido mirando la lluvia.
¿Desea algo señorito? ¡No, váyase a dormir!
Josefa llevaba toda la vida al lado de Manuel.  Lo quería... Observó su triste mirada perdida en  su pensamiento. Josefa dio la vuelta y se marchó. En su cuarto a sola lloraba, ¡No debió de casarse con Águeda! Siempre supe que traería la desgracia a esta casa.
Manuel quería a Águeda desde niño y no supo ver en la mirada de su amada que nunca le correspondió.
                                                                                   
                                                                                                               27-2-2018  Joaqui.

Narraciones de un soldado



Los día que alrededor del brasero papá comentaba sus andaduras en tiempo de guerra. Esa noche nos contó como en los cuarteles no se escaseaba la comida mientras el pueblo tiritaba de hambre. 
Parte de uno de los capitulos relatados por Constancio.

  No tuvo tanta suerte una familia  ricas del pueblo. La señora Catalina, esposa de don Guzmán, la llevaron paseando por la calles con la cabeza rapada. Todo el vecindario se tenía que enterar que era del otro bando. Con el agravante de que todas su posesiones se las habían arrebatado.
 En el cuartel que estaba Constancio comentaba,  que allí no había escasez de comida la despensa, qué eran habitaciones, estaban hasta los techos, de comida. Mientras ello sabían que el pueblo estaba pasando hambre, mucha hambre.
                                                27-2-2018 Joaqui. 

viernes, 23 de febrero de 2018

Los cristales de la habitación



                             
Hoy he pasado mis tristes ojos al contemplar tú  última morada. Cuánto dolor mirar esos cristales y recordar la estancia donde se apagó tú luz. Esa luz que con el pensamiento y la forma de vida llevaste hasta el último momento. Fuiste valiente llevando una vida de ensueño que creaste para el futuro, ese que llegó pronto, ¡pero no para premiar te!, no, el futuro solo te  trajo soledad y la pena de no poder valerte por ti misma.
                                                           23-2-2018 Joaqui.

jueves, 22 de febrero de 2018

Las velas del ayer




La noche esparcía sus negros manto arropando la ciudad. Los relámpagos se cruzaban avisando al pueblo de su enfado. Me senté cerca de la ventana, desde allí se divisaba la silueta de los tejados. Las torres de la ciudad antigua se achicaban al paso de la claridad que iluminaba el rayo.
Llamaron a la puerta, mí pensamiento se negaba a ir a abrir. No eran horas de visitas. La llamada insistió. Cogí la vela de cera que ¡encendida estaba en la mesa! Y fui al encuentro. Al abrir la puerta se apagó la vela. Mi intención era cerrar, pero un pie se cruzó entre el marco y la puerta. Dando un empujón entró el personaje. No podía ver nada, y mi angustia iba a más, pregunté al bulto que creía ver, él no hablaba, solo respiraba dando unos resoplidos.
-¿Quién eres? No contestó. Subió las escaleras que daban a las habitaciones, le seguía de cerca pero era escurridizo y conseguía andar deprisa. Al subir la escalera, aceleró el pasillo dirigiéndose al cuarto de los muebles viejos. Entró y cerró la puerta. Se oían ruidos de mover cacharros. En ese momento vino la luz. Intenté abrir la puerta. 
Mi desesperación iba en aumento. Pasado un largo tiempo se oyó el chirriar de las bisagras oxidadas por el tiempo. Corrí a ver quién se permitía el descaro   de entrar en mi casa y  andar por ella sin permiso de nadie. Aprovechando la luz, me acerque a la puerta. Al abriese esta, un rayo cayó cerca y con él se llevó la luz. Salió la sombra del cuarto, caminando dirección a la calle, llevando una caja entre los brazos. Corrí para atraparlo, fue inútil sus pies no andaban, volaban.
 Se oía una risa, risa alegre de alguien que ha conseguido su deseo.
                                                                                                            16-8-2017   Joaqui.

Las velas del ayer




La noche esparcía sus negros manto arropando la ciudad. Los relámpagos se cruzaban avisando al pueblo de su enfado. Me senté cerca de la ventana, desde allí se divisaba la silueta de los tejados. Las torres de la ciudad antigua se achicaban al paso de la claridad que iluminaba el rayo.
Llamaron a la puerta, mí pensamiento se negaba a ir a abrir. No eran horas de visitas. La llamada insistió. Cogí la vela de cera que ¡encendida estaba en la mesa! Y fui al encuentro. Al abrir la puerta se apagó la vela. Mi intención era cerrar, pero un pie se cruzó entre el marco y la puerta. Dando un empujón entró el personaje. No podía ver nada, y mi angustia iba a más, pregunté al bulto que creía ver, él no hablaba, solo respiraba dando unos resoplidos.
-¿Quién eres? No contestó. Subió las escaleras que daban a las habitaciones, le seguía de cerca pero era escurridizo y conseguía andar deprisa. Al subir la escalera, aceleró el pasillo dirigiéndose al cuarto de los muebles viejos. Entró y cerró la puerta. Se oían ruidos de mover cacharros. En ese momento vino la luz. Intenté abrir la puerta. 
Mi desesperación iba en aumento. Pasado un largo tiempo se oyó el chirriar de las bisagras oxidadas por el tiempo. Corrí a ver quién se permitía el descaro de entrar en mi casa y  andar por ella sin permiso de nadie. Aprovechando la luz, me acerque a la puerta. Al abriese esta, un rayo cayó cerca y con él se llevó la luz. Salió la sombra del cuarto, caminando dirección a la calle, llevando una caja entre los brazos. Corrí para atraparlo, fue inútil sus pies no andaban, volaban.
 Se oía una risa, risa alegre de alguien que ha conseguido su deseo.
                                                                                                             16-8-2017   Joaqui.