El escalón
Los
escalones de la vida, todos tienen su esfuerzo, pero los que hoy relataré fue
duro.
Pero de ello aprendí de la maldad de
algunas personas.
Allá en el tiempo laboral, un traslado a
otro edificio, donde se encontraban las que se hartaban de decir que eran…
¡Bueno!
Poco tarde en comprobar que la maldad
brotaba a borbotones.
Lo primero que hicieron fue; coger la
mayor parte del trabajo duro y formar un grupo.
Trabajo que agrupados, nunca los hizo
una sola persona.
Pero el conjunto de la maldad, quisieron
hacerme daño.
Yo era joven y mis fuerzas, muchas.
Ellas solo querían que me arrodillase.
Viendo que era eso lo que querían,
medité en casa, saqué la siguiente conclusión. De mí no se compadece nadie.
Cogí una libreta y paso ha, paso,
clasifiqué los días de la semana, y el trabajo a realizar.
Cada día solo trabajaba una zona.
Demostrando que, ni me quejé, ni incumplí mis obligaciones.
Eso era lo que me daba fuerzas para que
cada día estuviera más satisfecha conmigo.
Pasó un tiempo y en el trabajo hubo un
cambio que me permitía moverme del departamento en cuestión.
Fui a ver al jefe de personal y le pedí el traslado.
Me contestó; Usted sabes que yo no hice
nada, son ellas las que se pusieron de acuerdo.
Ahora
deja usted esa zona y se incorpora a la
zona desocupada.
Todo el grupo en la puerta del despacho
del jefe, diciendo.
Eso no puede ser. Contestación del jefe;
esa zona ha quedado libre, por lo tanto, tiene derecho a ello.
Cogí
el camino al nuevo destino, bajé las escaleras con el puño cerrado y dirigiéndolo al hombro,
una y otra vez.
Al
mirar, vi a todas ellas cargando con el trabajo que ellas me habían adjudicado
con tan la mala “leche”
Y la
verdad, no tenían motivos.
El
jefe pidió traslado al poco tiempo en vista que de jefe solo tenía el nombre, ¡Una
excelente persona!
La maldad en las personas no tiene límites.
12-4- 2016
Joaqui
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