LA PROMESA.
El día amaneció frío, pero tenía programado la visita al cementerio, llevaba dos meses sin limpiar los nichos.
Después
del largo trecho que hay desde casa al cementerio, entré por la puerta
principal allí está los nichos más antiguos, pasé despacio y me paré a
ver el de mi maestra de la infancia.
De
pronto escuché un ruido y veo que una lápida se está moviendo, me quedé
quieta los nervios se apoderaron de mi, quería correr pero me había
quedado clavada en el suelo.
Para
mayor asombro observe que del nicho cae algo, muy despacio posándose en
el suelo, al principio me parecía un papel muy viejo, la losa se volvió
a cerrar, quería desaparecer pero no pude, intenté marcharme y empiezo a
andar, y al pasar por él se movió y se vino más cerca de mis pies, me
asuste más de lo que ya estaba, comprobando que era un trozo de tela
blanca, envejecida por el paso del tiempo, y observe que estaba escrita,
lo cogí y leyendo este decía.
¡Carmen! tienes que pagarle a la vecina “Tía Ambrosía” 25 pts. Que le debo, no debes de dejarlo mucho tiempo, pues no me deja des cansar.
En su día “tía Ambrosia” nos dejo ese dinero para poder comer, y no nos dio tiempo de pagárselo.
Miré para el nicho y comprobé el número, 0000x2. Lo apunte, mire la tela y por más que miraba no encontré nada la guardé.
Preocupada me volví para casa.
Intentaba darle solución al asunto, así me tiré varios días, pasado estos, me dirigí al Ayuntamiento de Cáceres, con los poco datos que tenía, ¿Cómo buscaría a Carmen?
En el Ayuntamiento,
lo poco que me dijeron es que el número es muy antiguo y que se tardará
encontrarlo en los archivos. lo tenía que pedí por escrito, así lo hice
y solo quedaba esperar.
Pasaron unas semanas y por fin me dieron los datos necesarios para empezar la buscar.
Dichas familias eran naturales de Cambroncino un pueblo de la Hurdes Provincia de Cáceres, no era mucho pero ya tenía algo.
Allí fui a buscar a Casimiro Parrón Jiménez, que fueron los datos que me proporcionó el Ayuntamiento.
En el pueblo empecé por el Ayuntamiento, los datos eran confusos y poco claros, me dieron unas horas para buscar en los archivos dicha familia.
Marché
a recorrer las calles, calles amplias y muy soleadas, pregunté por la
parte más antigua del pueblo, ya en ellas, fui preguntando a las
personas más mayores que iba encontrando.
Nadie sabia nada, cansada me senté en el brocal de un abrevadero y un viejito
que paseaba con su bastón con pasos lentos, me saludó y empezando a
hablar terminó sentándose a mi lado, des pues de un rato de charlas
contándome su vida. Contaba que toda fue alrededor del campo y los
animales, pero estaba contento por haber solucionado el porvenir de los
suyos, pero que estaba cansado de la vida tan dura que le tocó vivir.
Me
dijo que tenía 103 años, y antes dicha edad, y su lucidez entré en el
asunto que me traía al pueblo, le dije de donde venia y me contó que
allí se marcharon varias familias a trabajar, cuando en el pueblo faltó
lo principal, le pregunté si se acordaba de sus nombres y mencionó a la
que yo buscaba, empezaba a tener algo.
Juan
que así se llamaba me dio la información que buscaba, me comentó que
dichas familias, vivían en la Plaza del pueblo pero que Carmen había
fallecido y solo quedaba una hija que se llamaba Solustiana.
Juan me indico que la plaza estaba muy cerca de allí y si quería vendría con migo, dándole las gracias nos pusimos en camino.
Llegando a la puerta, llamamos y salió una señora mayor, ¡otra vez tuve la duda de solucionar el asunto!
Nos invitó a entrar en su casa y en ella, des pues de hablar un rato comprobando sus forma de asimilas la conversación, le conté a Solustiana
el asunto que me traía, puso en duda la cuestión, des pues de pensarlo
un buen rato comentó, que ella no se negaba a pagar, pero no podía salir
de casa por causas de sus piernas, cuanto más buscar a Ambrosia. Ambrosia había vivido toda la vida cerca de la Plaza, pero Solustiana hacía mucho tiempo que no la veía.
Solustiana
nos mandó al sitio donde ella sabía que estaba, nos des pedimos de
ella, que dando para después de hablar con los hijos para que le diera
el dinero del débito.
Llegando allí, comprobé que era un Asilo de ancianos regentado por monjas.
Ya
en él nos llevaron al despacho de la Madre Superiora, preguntándole por
“tía Ambrosia”, y nos informó de su delicada salud, unos días antes la
tuvieron que llevar al Hospital de Coria.
Salimos a la calle y entramos en un bar a tomar algo, yo pedí un café Juan un vaso de vino.
Hablamos
hasta la hora de comer, no se cansaba de decir las cosas tan bonitas
que tenía su pueblo con el desprestigio que tuvo hace muchos años, le
comente que era tarde para él, pero me dijo que estaba solo y nadie lo
esperaba.
Le invité a comer, cogimos el coche y
fuimos a un restaurante que estaba en las afueras del pueblo, todo el
entorno era digno de ver, pedimos cordero asado y una ensalada, Juan
comió suficiente para su edad probo de todo pero no se pasó en la
cantidad ¡Mereció probar el cordero, dicho menús estaba delicioso!
Llegaba
la hora de marcharme y tuve que despedirme de Juan sin antes pedirle
las señas para ponerme en contacto, cuando hablase con Ambrosia.
Me marché para Coria pero la noche se echó encima y tuve que refugiarme en un hotel.
Estaba
cansada y dormí hasta alba cuando los gallos empezaron a cantar, era
bonito escuchar estos cantos que casi los tienes olvidados del tiempo
que llevas sin oirlo.
El
agua de la ducha estaba fría pero no me importó el entorno y los
paisajes te hacían olvidar las cosas simples que tanto apreciamos en la
ciudad.
Salí a desayunar, tomé un café con churros, y cogí el coche y puse rumbo a Coria.
Después de un tiempo que no comprobé, llegue a Coria
pregunté por el hospital, estaba muy cerca aparqué, dirigiéndome a él, y
en este pregunté por la paciente, me llevaron a su habitación, allí
estaba Ambrosia con todos sus hijos.
Me
preocupe por su salud y fuera en los pasillos comente a los hijos mi
visita, estos me miraban con cara de asombro, ¡No era para menos! Pero
les comenté que me veía obligada a trasmitir dicha petición.
Pasé a hablar con la enferma, y le conté el asunto.
Pero a ella dije que Casimiro había vivido cerca de la casa de mis padres y que este lo comentaba muchas veces y se sentía mal, así yo intentaría remedio al asunto.
Ambrosia al escucharme se echó a llorar diciendo.
He estado esperando muchos años ese dinero y Dios sabe que he tenido épocas muy difíciles, y ahora ya no necesito ese dinero,¿ para qué lo quiero? Sí pero son suyas y Casimiro ha estado preocupado mucho tiempo, por eso deben de ir sus hijos a casa de Solustiana a por el.
¡No! Vamos hacer otra cosa. Mis hijos levan a entregar a Ud. El dinero para que le ponga un ramo de flores en la tumba de Casimiro
y su esposa, de paso le pone una nota, dándole las gracias y en ella le
dice que la deuda está saldada, y cuando yo vaya al más allá yo misma
se lo diré. Los hijos lloraban oyendo a su madre. ¡Me pareció tan
bonito!
Ahora entendía a Casimiro, Ambrosia era una gran mujer.
Me despedí de todos ya en la calle pregunte por una floristería, le mande un ramo de rosas blancas, que sería igual que el que llevaría a 0000x2.
20-2-2012. Joaquina Campón.
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