El Bar
Cáceres Extremadura.
Nos situamos en la Plaza Mayor, dirigiéndonos
al Norte. Cogemos la primera calle a la izquierda, entrando en la dicha Plaza
del Duque. Bajamos por C/ Santi Spiritu. Que se encuentra entrando en la
plaza a la izquierda. Ya en la calle, a la derecha vemos el Cine Capítol. Frentes, la Casa Grande. Seguido de Capítol
la C/ Nidos y frente a esta se encuentra el bar.
La puerta de la calle, de madera con dos
hojas. Al abrir estas, hay otras dos de cristales transparentes para darle luz
a las salas. Las segundas se quitan y se ponen, engarzándolas en los pernios.
Los cristales pintados con un engrudo hecho de harina y agua muy disuelta, se
pintaban los cristales con una bola de
algodón. Pasando en el primer salón se
encuentra la barra a la izquierda en forma de ele.
La encimera de mármol blanco. Las paredes
recubiertas de baldosines pequeños azul claros. Un adoquín de reposapiés.
También de baldosas azules. A la derecha el wáter. Era como una alacena
pequeña, puerta de madera. En su interior se encuentra un sumidero en el suelo
y un urinario en la pared. La ventana pequeña, por ella no cabe una
persona.
Muros de piedra encalada de metro y medio de
anchos. Arcos de medio punto, bóvedas de cañón. En las tres estancias dominaba
la misma arquitectura. En la primera sala se encontraba un velador con silla de
maderas. Arriba en lo alto del arco que separaba las dos estancias un reloj.
En la primera se
encuentra la barra y detrás de esta más altas, unos estantes con las botellas
de licores. Coñac, Ponche Caballero, anís la asturiana, anís El Mono, Pipermín,
Licor 43 y licores varios. Los utilizados en aquellos años.
Debajo a nivel del
mostrador tres cajones de madera. Uno para paños limpios, el otro para
facturas. La caja de caudales era un
cajón ancho y grande como los otros dos. Sin ninguna llave para guardar lo
ganado durante el tiempo que el tabernero estaba en este guiso.
Debajo de la
barra unos estantes con vasos y
botellas. Una pila con grifo y agua
corriente. Las botellas con el vino, Caseras y los sifones estos no faltan. El
barril de cerveza en el suelo. Los botellines de cervezas el Águila, Mahou.
Seguido de los cajones se encontraba el arcón con el hielo. Se reponía a diario
para enfriar los refrescos, Pesi/cola, Mi rinda.
Al lado de este un
cesto con el pan y en una cesta las bolsa de patatas fritas en sus bolsas de
papel hechas a diario. En el suelo una tarima de listones de madera.
El salón segundo era
igual que el primero. Con una ventana pequeña en lo alto de la pared al fondo a
la derecha. Las mesas de mármol, las
estructura de forja. Alrededor de toda la estancia unos bancos de madera.
Delante de las mesas algún que otro banco. Entrando en esta estancia a la
izquierda en el suelo. Había una poceta en un rincón que hizo Juan en el suelo
para sacar agua de un manantial que allí se encontraba. Se cuenta que en la
antigüedad por esa zona pasaba Ríos Verdes y todas las casas de esa zona tienen
pozos.
Pasando, la cocina.
El fogón de metro y
medio por uno veinte. En él se encontraban dos hornillas de carbón. En cuales
la mujer de Juan –Antonia- guisaba.
Esta estancia la luz
era otra ventana en medio de la pared de la parte izquierda.
La luz la recibía del
patio de la casa de la cual era los locales del bar. En la cocina se
encontraban las garrafas de vino. Un cono grande en el que ponían unas
escaleras para vaciar las garrafas dentro del cono y llenarlo.
Dos alacenas en las
cuales se guardaban todas las viandas. Una mesa redonda y una cuadrada de apoyo
del fogón. Entrando en la cocina en la pared de la izquierda un grifo. Debajo
unos cajones de madera, para apoyar los baños de fregar la loza. En un baño se
fregaba en el otro se enjuagaba. Los estropajos eran de soga que había que
deshacer antes de fregar.
En el suelo un cubo
para ir tirando las aguas sucias. Había que ir a vaciar al wáter.
Bar de barrio
humilde. Allí se reunían todas las noches los vecinos cercanos y algunos de
paso.
El policía secreta, brigada del ejército, el
maestro, el lechero, carbonero.
Todos alrededor de las charlas. Otros lo suyo
era el dominó y las cartas.
Entre chato y chato,
- vasos de vino- iban degustando los aperitivos que Juan sabía ofrecer.
Boquerones en vinagre, callos con tomates, Morcillas guisadas y algunas
aceitunas sevillanas.
Una noche entró uno
de los bebedores acostumbrado, pero ese día llevaba una copa de más.
Juan (el tabernero) le invito a tomar un vino
he intento que se marchara pronto. Jacinto pidió le llenase otra vez. Jaime (el
policía) Le dijo, ¡Venga Jacinto, que te espera la familia! Jacinto le miró fijamente y le dijo. Tú te
callas, me iré a casa cuando termine de beber.
Al oírlo Braulio, (brigada del ejército)
dijo, ¿tú sabes quién soy yo?
Sí, un sinvergüenza
igual que este, -refiriendo a Jacinto- Juan viendo cómo iba enredándose el
asunto salió del mostrador e invitó a Jacinto a marcharse, consiguiéndolo.
Juan pidió disculpas a Jaime y a Braulio,
diciendo que no tuvieran en cuenta las
palabras de Jacinto, pues bebido, pierde el respeto a todo. Así lo hicieron.
En esto se escucharon
voces en la calle. Salió Juan a ver qué pasaba. Viendo a Jacinto y a dos
guardias civiles discutiendo con él. Jacinto les decía. Vosotros siempre
montados a caballo y los soldados andando. Los guardias bajaron del caballo y
se llevaron a Jacinto al cuartel de la guardia civil.
Los días posteriores
contaba y enseñaba los negrales de su cuerpo.
En esos momentos entró en el bar Marina con su puro encendido. Una viejecita que se
ganaba la vida vendiendo almendras por las calles con su cesta colgada de su
brazo. Para ella lo más importante era vivir su vida sin que a los demás les
importara la suya.
Pidió una copa de
coñac. Saboreó su copa terminando de beber le daba un beso al culo del vaso.
Mirando de vez en cuando a su hermano que jugaba a las cartas. Pedro, –su hermano- la miraba
pero escondía la cara. Al parecer
llevaban años sin hablarse. En sus rostros se veía la tristeza pero, no
hacían nada por remediarlo.
Rne sonaba bajo, con esto a los jugadores no
les impedía la concentración.
Se cuenta que una noche Marina salió del bar.
Esa noche Pedro no estaba. Marina se sentó en el umbral de la casa contigua.
Pasado cierto tiempo decidió marcharse. Poco antes de levantarse observó una
sombra que tenía cerca. Se levanto comprobando que era Pedro. Los dos se abrazaron. Sus lágrimas
corrían sus mejillas.
Marina acariciaba a Pedro como si fuera un
chiquillo.
Pedro comentaba lo mal que lo había pasado y
le pedía perdón a su hermana. Marina decía. Esto no va a pasar más. De ahora en
adelante seguiremos unidos como antes.
En el bar todo seguía igual.
Al rato entraron unos
chicos. Pidieron unos vinos. Y se
pusieron a cantar flamenco. Empezando por unas bulerías, seguido de fandangos y
rematando la noche con unos tangos portugueses. Fue una noche inolvidable para
todos los presentes. Incorporándose algunos de los vecinos que ya estaban
descansando.
Pasada unas horas
llegaron los municipales y se tuvo que callar el cante. Los bares se cerraban a
las doce de la noche- Por aquella época-. Para
Algunos fue una pena dejar la fiesta. Juan le dio las gracias al cantaor
y no le cobró la consumición
En la calle se
pusieron a discutir entre ellos. Las voces iban cada vez en tonos más alto.
Hasta que el murmullo se convirtió en pelea. Se pegaron entre ellos. Gracia que
los municipales estaban cerca y los separó. Al parecer estos chicos, en ellos
eran acostumbrados a terminar así.
Días después se supo que el cantaor de
flamenco era Porrina de Badajoz. De él se cuenta que era uno de los cantantes
más famosos de Extremadura. En su casa Villa Rosa se organizaban todo los días
fiestas.
José Salazar Molina –Gitano-1924-1977. Para Juan
fue una suerte tenerlo en su bar alegrando a los clientes.
Dieron las doce y
media de la madrugada y Juan dio por terminada la jornada. Muchas noches como
estas, tuvo el tabernero.
Por ello se marcho a recibir el descanso bien
ganado.
Año1955.
8-03-2013 Joaquina
Campón.