Cinco de la madrugada
Llamaron a la puerta. Mis padres estaban de fiesta. Nosotras solas en casa. Nos despertamos con los golpes repetitivos. Y llegando a la puerta preguntamos, ¿Quién es? no contestaba nadie. Pero los goles seguían. Diciendo, Antoniaaa, abre que soy yo, una y otra vez. Nosotras con el miedo en el cuerpo. Pero del otro lado de la puerta solo se ocian los golpes y Antonia abre que soy yo, era una voz de hombre, y esto nos asustaba aun más.
Me puse de acuerdo con mi hermana María, yo cogía una estaca y ella abría la puerta. En esto escuchamos unos pasos por la ventana, Silencio, ya se marcha. Nos volvimos a la cama. El sueño no llegaba.
Pasado un buen rato los golpes nos asustaron de nuevo. Nuestros nervios saltaban. Los dientes nos castañeaban, no sabíamos que hacer. Volvimos a la puerta pero esta vez fuimos despacio y descalzas. Escuchando a ver si oíamos algo. El silencio era absoluto, roto solo por los golpes de la puerta. Así nos tiramos un buen rato. Estábamos tiritando de miedo y frio. Aguantando hasta haber en que terminaba la cuestión. Nuestro único de- seo era que mis padres volvieran para que nos libraran de esta pesadilla. No fue así los minutos nos parecían eternos. Nos fuimos a la cama acurrucándonos sin hablar. De pronto a la vez que llamaban una voz masculina nos decía, Antonia abre que soy Fidela, tengo la niña con dolor de oído, y vengo a que mejes las gotas para aliviarle el dolor. Hace un rato ha venido Antonio, y ha dicho que no había nadie.
Ya sabéis que él es sordo, y no se entera de nada.
12-12-2012 Joaquina Campón.
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