domingo, 24 de enero de 2021

Días de encierro

Historias de Cornejo Días de encierro Un año contemplando las mismas paredes, dando los mismos pasos. En algún momento percibe que le falta algo, algo que le ahoga y siente la necesidad de gritar. Se reprimes por el que dirán los vecinos. Y por otro lado, piensa; a ellos qué les importa su vida, sino son capaces de llamar al timbre para interesarse por los que viven cerca. De vez en cuando, se asomas al balcón, pero la calle está desierta, algún que otro animal pasea su mascota, y ni siquiera se digna a mirar. Suele coger un paño para agitarlo cuando pasan. Con disimulo, aligeran el paso, y miran para otro lado. Hace tiempo que la sociedad se está alejando, del calor que se daban los vecinos. Hoy es como si les hubiesen echado una capa impermeable para aislarse e ignorando todo lo que les rodea. Con lo bonito que era llamar una puerta y con el más agradable de los gestos, dejarlos pasar y tomarse un café, o una copa de anís. Buenas tardes amigos.

viernes, 22 de enero de 2021

Huye

  Historias de Cornejo Huye a otro mundo su mirada fija en el cuadro que está colgado en la pared. Peque, le acaricia los pies,”su gato”. En ese momento se ve envuelta en su pensamiento lo mira con desprecio por despertar de su sueño. Es su única compañía pero en ese instante le molesta su presencia, prefiere soñar a ver la realidad. Sus días amargos invaden su mente y la obstinación de no perdonar la van llevando a un encierro inmenso. Su soberbia la teje una túnica que guarda con celo, allí se ve amparada sin saber que es la única que puede romper la verdadera senda para llegar al encuentro con el mundo. El cuadro familiar le recuerda tiempos pasados. Joaquina Campón.

martes, 19 de enero de 2021

Deseos

Historias de Cornejo Alrededor de la ermita se encuentran unas pilas funerarias, hoy, son bebederos de animales. Cerca la charca invadida por familias de ranas, que en las noches de verano, les cantan a los que allí tienen su morada. Marisa, cada año lleva una rosa que deposita encima de la tierra, donde descansa su amor truncado. Antonio, cada día va al supermercado donde trabaja Marisa. Un día se le cayó la bolsa regando todos los productos por el suelo, Marisa le prestó su ayuda. Al estar más cerca, una de las veces coincidieron sus manos, Marisa las apartó ruborizada. Un día Antonio la invitó a ir su casa de campo Cada día Antonio pensaba – quizás ¡hoy, pero nada! Ese fin de semana fue a buscarla, y al llegar al campo dieron un largo paseo. Iba decidido a dar el paso. Al entrar en la casa contempló la gran estancia triste y sombría. La chimenea iba consumiendo leños, tras leños, a merced de las llamas. Alrededor, los asientos, eran troncos de árboles. Subió la escalera, para llegar al piso de arriba, con mucho cuidado al comprobar que los peldaños de madera estaban gastados. Al llegar al primer piso se encontró una sala sin puerta, entrando en ella sintiendo la frialdad de la primera planta. En esta se encuentra una mesa pequeña y alrededor un tresillo de Enea acompañado de unas sillas del mismo material, un baúl y a la derecha, una ventana pequeña que recibe la luz de la calle. Desde ella se ve el molino que fue destruido por una bomba en la guerra civil española. Allí quedaron sus canterías apoyadas entre sí formando, un mosaico de preciosas piedras, algunas se negaron a rendirse, y seguían erguidas desafiando el horror vivido. Al fondo, el regato. Seguida de la estancia, una habitación con dos camas de forja negra y colchones altos. La mesilla alta de madera negra. En el estante de abajo, un orinal de pedernal. En medio de la habitación, entre cama y cama, una cuerda de pared a pared, de la que cuelga una sábana. Antonio, se sentó en la cama y esperó a que llegara Marisa, mientras se iba quitando la ropa, y al llegar Marisa y verlo, se puso tan nerviosa que se marchó con rapidez. Antonio antes del cuadro vivido fue en su búsqueda y bajando la escalera, vio una hoz colgada en la pared con varios aperos de labranza, la descolgó y llegar al huerto de flor, ve a Marisa sentada en el banco de piedra. Joaquina Cqmpón.

lunes, 4 de enero de 2021

La tabla de Surf

Historias de Cornejo Navegando a ciegas, en el círculo del cual no tiene remos a su lado. Se encuentra en un gran océano sin un amarre donde apoyar sus ideas. La tabla se hunde y con ella, va al fondo. Alguien del grupo quiere que navegue a su lado, ¡pero, no está segura para qué! Ellos tienen sus tablas cargadas de conocimientos y donde quiera que apoyen sus pensamientos, salen airosos. En este juego hace agua y cuando pone la pluma, en la tabla, se van formando borrones, qué ellos tienen en cuenta, no, no es tonta para saberlo, sintiendo el silencio. Todos callan ocultando sus defectos. Historias de Cornejo.