En las afueras del pueblo
se encuentra el árbol seco.
Junto a su cascarón vacío,
notamos la soledad,
¡Cómo pesa la vida!
En el pasado, nos regaló su energía,
nos dio sombra, alimentos y leña,
y ahora, en el olvido,
el tiempo le asigna un lugar,
en el que se ignora su pasado glorioso
y arrastra tras de sí, los cuatro huesos
que sujetan su frágil piel.
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