Los días, y los años pasaban, toda la
familia alrededor de Juan y Antonia. Ellos eran los protagonistas de la gran
familia.
El día que Miguel y Costa entraron en casa,
el cambio se fue notando. Mamá se marchaba al bar con la tranquilidad de dejar
a sus hijas en buenas manos.
Costa era muy trabajadora y las tareas de
la casa, eran lo suyo.
Los niños le gustaban menos, pero nosotras,
las mayores, ayudábamos. “Mayores con nueve y ocho años.
Por entonces, los niños teníamos asumido
que ayudar en las tareas de la casa, era lo más normal. Atender a tus hermanos
pequeños, y cuidar de ellos hasta la llegada de tus padres.
Ese día, Costa estaba pendiente del número
27. Allí se oían voces y gritos, y ella no se atrevía a dejar sola a las niñas.
Nos
arreglo pronto y mando a las mayores que tuviésemos cuidado, sobre todo cuando pasáramos
por la puerta de la señora María.
Costa, vigiló nuestra marcha.
Cuando nos perdió de vista, dio la vuelta y
enseguida entró en casa de María.
Estaban todo llorando y preocupados. Costa preguntó, ¿Qué
pasa? María, contestó, Pura, está dando a luz y se encuentra muy mal, dice el médico
que el niño no vivirá.
Se empezaron a escuchar unos golpes en la
calle, Basilio, mandó a uno de los hijos a ver qué pasaba. Bruno entro descompuesto, y dijo a su padre,
hay unos señores que se están llevando los muebles que tenemos en la calle.
Basilio, sé echó las manos a la cabeza y dijo. Han tardado en venir a por
ellos, los acreedores quieren cobrar lo que debemos.
No comentéis
esto en alto, tú madre bastante tiene con la pérdida de su hijo.
¡Maldito paro!, las desgracias que origina.
22-12-2016 Joaqui.
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