viernes, 27 de marzo de 2015

Siempre esperando



Siempre esperando
La noche ha sido larga, por más que intentaba dormir no ha sido posible.
Después de tomar un café y arreglar la casa, cogí el bolso y me marché a la calle. ¡No dudaba que era temprano! Pero en casa me estaba ahogando.
Dando un largo paseo por el parque, sentado en un banco encontré a Paolo, un viejecito que saca a pasear a su perrito. Un caniche de pelo blanco.
Le llama Templa, y en definitiva, el único amigo que le queda.
Paolo al verme llegar se levantó cediéndome el banco. Él está tan solo como yo y en ese banco muchos días encontramos el calor de un amigo.
Cada uno habla de con pasión de su familia. Esa familia que estaba a nuestro cuando eran pequeños. Han crecido y volado.
Siempre me cuenta lo mismo, no importa, el caso es estar acompañado por alguien. Cuenta donde trabajó tantos años para dar de comer a los suyos, cuanto ganaba y lo difícil que era llegar a final de mes.
No se arrepiente de lo vivido, sus hijos han salido adelantes gracias a sus sacrificios.
Hablamos de la indiferencia que hoy se tienen con los vecinos. Somos como animales que salen a pasear y si te encuentras alguno, en vez de preguntar pos tu salud, te ladran como a un animal, canteando la cara para que no le pidas un favor.
Huyen, ¡Y mira que nunca les pedimos nada!
Las horas pasan y me despido de Paolo. Paolo se levanta y saludando cortésmente dijo, hasta mañana, aquí la espero. Hasta mañana.
Rumbo a casa de mi hijo, atravesé el parque. Era verano y los jardines estaban recién regados. Su frescor y la humedad que salía de las plantas eran muy agradables.
Llegando a casa de mi hijo (Masi), llame al timbre, contestó. ¿Quién es? Soy yo. Abuela espera, que ahora salgo, voy a sacar a Pachi (su perro). Me senté en umbral.
De mis ojos brotaron lágrimas barriendo mis mejillas.
Nos fuimos a pasear al Pachi.
Yo no quería eso. En la calle no se encuentra el calor que iba buscando.
Otra vez será.
28-7-2014 Joaquina.

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