Desilusión
El día dieciséis de enero. Mi madre estaba limpiando la cocina (esto lo comentó muchas veces) pero yo no tenía intenciones de esperar, así tuvo que aparcar la limpieza y llamar a la señora Justa (vecina nuestra) vino la comadrona y a mamá solo le dio tiempo de acostarse.
Allí nací, un dio frió y ventoso. Mamá no ha tenido problemas con el nacimiento de sus hijos, cuando llegaba Paquita (la comadrona) siempre iba en taxi y le decía al conductor, esperarme que enseguida salgo. Paquita ya conocía los partos de mamá.
Fueron pasando los meses. Antonia siempre ha criado a sus hijos dándoles el pecho, pasando el tiempo hasta que tenía el próximo.
Así cuando llegabas el nuevo ser,(normalmente) a los dos años, te privaban de esta comida, un buen día cuando estaba jugando en la calle, entré a coger un rato la ubre, y mamá me paró en seco diciendo, DONDE VAS, me quedé quieta mirando a mi madre, y algo que escondía entre sus brazos, de pronto, entre las toallas salieron unos brazos pequeños y me daban manotazos en la cabeza, Antonia cogió unas bolas que estaban encima de la mesa, y untándose en un líquido me puso la bola en la boca, y dijo. Desde hoy esta será tu teta, habiendo nacido tu hermana, para las dos no hay leche, me eche a llorar, pero mamá dijo, ala, vete a la calle con tu hermana la mayor, y no entres hasta la hora de comer.
Me puso en la boca una muñequilla de trapo con miga de pan dentro, atadas con hilos y untando en azúcar esto eran los chupes de nuestra niñez.
8-9-2012, Joaquina Campón.
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