viernes, 20 de abril de 2012

LA RADIO DE LOS CINCUENTA.

En España servía de entretenimiento al pueblo. Pero en aquellos años R.N.E. no tenía la libertad que debiera de tener ese medio, por eso en la radio solo se daban noticias pasadas por la criba, así lo no conformes buscaban Radio ParÍs, para estar mejor informados.
Papá por la noche, cuando se quedaban en el bar los amigos de siempre, ponían esta emisora.
Allí se comentaban lo que pasaba dentro de España. Todo esto había que hacerlo con sumo cuidado, porque siempre hay alguien que se le escape.
Cuando daba la hora, cerraban el bar y todos a escuchar. Antes de cerrar la puerta tenían el juego que tocaba es día, porque cada día tenían uno esa noche por si acaso, serian las magdalenas.
La radio en marcha, comentando que habían cogido un topo y que llevaba años viviendo en los sótanos de la casa.
Pero, llamaron a la puerta, todos se pusieron nerviosos, papá les dijo, cada uno a su puesto luego actuamos.
Abrió la puerta y allí plantado estaban los dos Policías, con sus uniformes y sus armas. Papá les dijo:- Buenas noche amigos- si ustedes quieren pasar, y de paso, si lo desean toman unas copas.
Los guardias entraron esperando encontrar algo. Papá se puso de tras del mostrador y a los más jóvenes les dijo:-vamos a ver quién gana hoy.

Puso dos platos de Magdalenas encima del mostrador, con el piporro al lado y dictó las normas, ya sabéis que no hay que hacer trampas y hasta que no os comáis una, no se coge la otra. El tiempo son cinco minutos, sin beber hasta que se termine.
Los más jóvenes ¡que en sus casas no sobraba mucho! Se pusieron a apostar, ¡todo sea por comer! Los guardias abriendo los ojos y los oídos para que no se les escapara nada.Empezó el juego. Juan pidió silencio, para que los chicos no se distrajeran y así disimular para cuando estuvieran escuchando la radio.
Cuatro magdalenas, siete, uno se negó, dejando el juego pero el otro siguió llegando hasta las doce, los guardias vigilantes a todo lo que pasaba, el ganador bebió agua, se encontraba satisfecho, por lo menos esa noche no pasaría hambre.
El perdedor le tocaba pagar la ronda, (claro que esto era con miras a los guardias) porque en realidad cada uno pagaba lo suyo.
Terminado el juego, dijo el tabernero, bueno señores se acabó el silencio, dirigiéndose a los guardias le dijo, ¿Qué vamos a tomar? Ellos pidieron unas copas de Coñac sí, sí, ésa las paga el perdedor, los guardias acabaron sus copas y se marcharon, pero su desilusión con ellos a encontrar algo distinto a lo buscado.
En el bar cada día tenían un juego distinto para disimular. Por suerte no los cogieron nunca.
Así corrieron los años, siempre con el miedo en el cuerpo.
14-4-2012, Joaquina Campón.

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