Las horas de espera resultaban muy largas, pero el pueblo sigue con el ansia de vivir, todos los habitantes en la playa, esperando su turno, la elección era libre, pero cada uno tenía que coger las suyas, menos la de los mas mayores que esos eran despachados los primeros, la tardanza se compensaba cuando llenabas el cubo y te marchabas para casa.
La fuente de la comida era el mismo mar, en este, en la orilla pero dentro del agua, existía un pozo, donde los peces estaban alineados puestos en torres comon los ladrillos en las paredes, pero el centro estaba hueco esto para poder ver los con facilidad, y así cada uno cogía el que más le gustaba, cuando llenabas el cubo salías corriendo para casa, y esconder dichos alimentos, uno de los vecinos solo cogía calamares, decía que con esto se le curaban sus enfermedades.
Así todos los días, pero solo por las mañanas, por las tarde no se podía coger nada, los guardias civiles no dejaban que el pueblo tocase el mar, y como ellos por la mañana su vigilancia la tenían en los campos y si un día venían sin esperarlos, obligaban a las gentes a tirarlos todo los cubos al mar.
Esto pasaba a menudo y acordamos entre los habitantes poner guardia en las entrada del pueblo no nos valió siempre pero muchas veces pudimos saciar el hambre gracias a la vigilancia.
19-11-2011, Joaquina Campón.
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