martes, 26 de junio de 2012

HISTORIAS SOBRE LA RADIO

 HISTORIAS SOBRE LA RADIO.
Habría tanto que contar…Pero vamos a contar lo que vivimos en familia. A principios de los cincuenta, pocas familias teníamos este artilugio. El primero que entró en la mía, era de madera color oscuro tan grande que no se podía manejar, lo llevó mi tío Miguel (hermano de mi madre). Además de grande ya no digamos como se oía, Miguel le conectó unos cables y lo llevó al patio, pero para que funcionase le daba golpes con esto de vez en cuando sonaba algo, pero era lento y fallaba demasiado. Lo mejor llegó después de los cincuenta entonces compraron mis padres uno nuevo, era una especie de caja pequeña color marrón claro en varios tonos, los laterales y el techo lisos  muy finos al tacto, el frontal, se dividía en dos zonas, la parte de arriba era el altavoz, que ocupaba dos partes del frontal y la parte de abajo era un cristal con números en la parte de arriba y abajo, en medio una aguja que se movía de derecha a izquierda con dos botones que estaban en ambos lados del cristal, uno de los botones encendía y apagaba y a su vez subía y bajaba la voz, el otro buscaba los canales, éste a diferencia del primero  se oía muy bien y con esto llegó una forma de entretener a las familias, lo mismo daba que fuera verano o invierno. Pero como por entonces no había nada más que un enchufe en toda la casa la radio había que oírla en un sitio solo, en el rincón donde estaba éste, así cuando querías escuchar algo no te podías mover del sitio. Recuerdo que lo más escuchado eran los seriales de la tarde-noche. Una noche estábamos la familia de pleno en el rincón donde estaba la radio escuchando el serial, (piporro en medio para no perder el hilo). El silencio era absoluto.
Todos concentrados escuchando la  novela y en mitad de esta llamaron a la puerta, en ese tiempo no había timbres. Los golpes en la puerta sonaron tan fuertes que nos quedamos todas quietas mirando a mamá. De pronto se oyó una voz: ¡Antonia, abre que soy yo! Mi madre conoció la voz y su reacción fue ponerse el dedo índice en los labios apretando con fuerza, para que los demás no abrieran los suyos. La voz seguía hablando y decía: ¡Antonia abre que soy Luisa! Me he quedado sin aceite y ya está cerrado el comercio. Mamá seguía con el dedo en la boca exigiendo silencio. Lo suyo era seguir escuchando el serial. Luisa estaba en la puerta hablando sola y diciendo: ¡Ésta mujer está en el patio y como tiene la radio puesta no me oye! Con ello no sabíamos si reír o seguir escuchando, pero preferimos no perder el hilo del serial. Mamá lo tenía muy claro, para ella Radio en concreto rne,  era lo primero. A Luisa ya la conocía, siempre estaba igual, nunca tenía nada en casa y esperaba que cerrasen las tiendas para pedir a todo el barrio. Mamá sabía que si ella no le daba el aceite buscaría a otra vecina.  Cuando terminó el capítulo mamá cogió su silla de enea baja y se sentó en la puerta a tomar el aire. La vimos salir  andando despacio moviendo su vestido negro y arreglando el moño que sujetaba su pelo.
Mamá estuvo en la puerta hasta la hora de cenar. Luisa esa noche no salió a tomar el fresco, los vecinos de esa calle, las noches de verano nos reuníamos en las puertas. Contábamos cuentos o chistes, ni que decir tiene que de vez en cuando salían a la puerta, las sandias o melones, para compartirlo entre los vecinos que nos encontrábamos ese día. Esto se hacía cuando ya estaba avanzada la noche, ¡esos éramos vecinos! No lo que hay hoy
Mamá pensaba que Luisa estaba enfadada por lo del aceite, Luisa, no salió a tomar el fresco.
Esa noche cenamos, sopas de tomate y sardinas fritas. Terminada la cena y después de recoger la cocina nos fuimos todos a la calle, bueno todas  no, las mayores nos quedamos escuchando música en la radio.
Dio la hora de acostarse y entramos al patio, allí era donde dormíamos. En verano en Cáceres hace mucho calor y dentro de la casa era un horno y con unas mantas en el suelo del patio, se hacían las camas. Cabíamos toda la familia, se estaba muy bien, incluso de noche nos teníamos que arropar.
A las cuatro de la mañana llamaron a la puerta, era una hija de Luisa, esta vez mamá abrió sin esperar. La hija de Luisa lloraba diciendo que su madre estaba enferma y ella no sabía qué hacer. Mi padre fue rápido a la Casa de Socorro (estaba cerca).Allí estaban de servicio, dos Guardias Urbanos y vinieron con su coche a por ella. Como muchos saben, en aquellos tiempos no había ni para comer, cuanto más para coche o teléfono. Por eso los guardias eran los que socorrían muchos casos.  La Casa de Socorro estaba en la C/ Machacona, pero había que ir donde ellos estaban. Los agentes trasladaron a Luisa al Hospital Provincial donde quedó ingresada. Antonia no se separo de la cama de Luisa. Pero Luisa a la seis de la mañana falleció Antonia lloraba por su amiga, pero ya no podía hacer nada.
                 En Cáceres a 4- 4- 2012.
                                            Joaquina campón